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Adiós a Caabsa

Caabsa recogió la basura de Guadalajara por más de 30 años; hoy se va dejando un cochinero. Lo que llegó a la ciudad como una solución para la recolección y disposición final de la basura en los albores de los años noventa termina su periodo dejando una estela que huele mal a kilómetros de distancia.

El problema de la basura en Guadalajara le reventó al presidente del Concejo Municipal, Alberto Mora López, en 1992, pero venía de mucho más atrás. La corrupción e ineficiencia del servicio de recolección de basura habían llegado a niveles alarmantes: las montañas de basura se acumulaban en las calles ante la incapacidad del Ayuntamiento de prestar el servicio. El caricaturista Manuel Falcón dibujaba al entonces presidente del Concejo con un mecapal, cargando un bote de basura y rodeado de moscas. Era el sexenio de Salinas y las privatizaciones el último grito de la moda política. La licitación no fue muy transparente, nada que no conozcamos, pero la ganó una empresa de nombre Caabsa-Eagle, que era una asociación entre una constructora, Caabsa, vinculada al Gobierno salinista, y una empresa estadounidense especializada en manejo de desechos, Eagle Waste Management. Juntos habían trabajado el movimiento del basurero de Santa Fe en la Ciudad de México, donde ahora es una de las zonas de mayor plusvalía del país. La mejora en el servicio, hay que decirlo, fue inmediata y la basura dejó de ser un tema de primeras planas.

Después de Guadalajara, Caabsa tomó la concesión de otros municipios metropolitanos hasta quedarse con todos, excepto Zapopan, que tiene su propia historia. Ya con Guadalajara, Tonalá, Tlaquepaque y Tlajomulco, la empresa impuso año con año, trienio tras trienio, sus condiciones a los municipios. Entendieron que su negocio era el manejo de los políticos y sus ambiciones, no de la basura. Sus clientes eran los operadores de campañas, no los ciudadanos a quienes debían prestar el servicio.

Caabsa sobrevivió el cambio de administraciones y partidos en el Gobierno de Guadalajara con una gran capacidad de adaptación (acaso habría que decir de corrupción). Cada vez que se venció el contrato salieron airosos y los alcaldes, en principio quejosos, se convertían súbitamente en sus grandes apoyadores y aliados. Cómo le hicieron es una historia que está por escribirse. Lo cierto es que en los últimos años el servicio que prestaba la empresa era cada día peor y la contraprestación que pagaba el ayuntamiento mayor. Terminamos pagándoles por arrastrar la basura, pues como nunca cumplieron con hacer una buena disposición final ni verdaderos centros de transferencia, acordaron cobrar por kilogramo y kilómetro recorrido. Dicho de otra manera, nos cobraban por mojar y pasear la basura. Literal.

El auge económico de Caabsa y el mayor deterioro en el servicio se dio con la llegada de Enrique Alfaro al ayuntamiento. De eso hablamos mañana.

diego.petersen@informador.com.mx

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