A confesión de parte, relevo del Estado
Es una rueda de prensa en pleno 16 de septiembre con el general Jesús Leana Ojeda, comandante de la Tercera Zona Militar con sede en Culiacán. A su lado, sentado cómodamente, como si estuviera en la playa, con la cabeza recargada sobre el brazo derecho, está el gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha. El día anterior, 14 personas murieron producto de enfrentamientos entre bandas del crimen organizado; van 30 en los últimos días. Cito textual para evitar malentendidos:
-¿Cuándo volverá la paz a Culiacán?
-Queremos que sea lo más rápidamente posible, pero no depende de nosotros. Depende de los grupos antagónicos que dejen de hacer su confrontación entre ellos y que estén dejando a la población en paz para que vivan con tranquilidad.
-¿La seguridad depende de estos grupos delincuenciales?
-Depende de ellos. Ellos son los que quieren hacerse las agresiones y son los que están cobrando vidas.
A confesión de parte, relevo de pruebas, rezaba el viejo dicho judicial (un dicho, por cierto, que naturalizó la tortura en todas las corporaciones policiacas). Sí, es de terror escuchar a un general diciendo que el Estado mexicano nada tiene que ver con la seguridad, que la decisión de matar o dejar de hacerlo es de los delincuentes; que la paz no la construye el Estado de derecho, sino el acuerdo entre los grupos; que ellos, las Fuerzas Armadas y la Guardia Nacional, están ahí para los abrazos. Se agradece que a 14 días de terminar el sexenio alguien se atreva a decir que la política de seguridad de este gobierno ha sido dejar hacer y dejar pasar (oh cielos, ese es el lema del liberalismo) que si subieron los asesinatos, los robos, los desplazamientos forzados, los desaparecidos fue por culpa de la delincuencia y si bajaron, como presumen cada mes en la Mañanera, hemos de suponer que también se debe a ellos, a que le hicieron caso al presidente de que se portaran bien; a que las mamás, los papás y los abuelos los regañaron por malcriados, o simplemente porque les dio la gana.
Ceder primero el territorio y ahora la decisión de agredirse o no agredirse significa renunciar a la función primera y fundamental del Estado. Pero el Estado no tiene derecho a claudicar: la gran tragedia de la política de seguridad del gobierno que termina ha sido ponerlo de rodillas frente al crimen organizado.
Gracias por la confianza, General. Ya habíamos escuchado al gobernador Alfaro decir que el gobierno nada tenía que ver con los hechos delincuenciales, pero nunca pensamos que alguien de su rango diría con tanta franqueza, o cinismo, que nuestra seguridad depende de otro.
diego.petersen@informador.com.mx