2 de octubre, ¿qué olvidamos?
Los que nacimos después de 1960 o, dicho de otra manera, todos los que no recibimos la pensión de adultos mayores -algo así como 92 por ciento de los mexicanos- crecimos escuchando cada año la consigna “2 de octubre no se olvida”. Todavía a inicios de siglo y con el advenimiento de la democracia se llegó a pensar que sabríamos lo que realmente había pasado en Tlatelolco. No fue así. Las comisiones de la verdad sólo sirvieron para el cobro de venganzas personales o para darle un sesgo ideológico a la interpretación de los hechos.
Más allá de los huecos históricos, 11 lustros después hay cosas que los mexicanos parece que hemos olvidado respecto a lo sucedido aquella trágica noche del 2 de octubre de 1968.
La primera y más importante es que el lugar del Ejército está en los cuarteles y no en las calles. Después de lo sucedido en la plaza de la Tres Culturas todas las personas que desde cualquier trinchera pelearon por la democracia en este país tenían claro que la no repetición de aquella tragedia pasaba porque el poder en turno no usara a la Fuerzas Armadas en labores de seguridad o de contención de inconformidades sociales. Hoy tenemos al Ejército en las calles y el que no haya pasado algo tan descomunal como aquella noche no significa que no hayan ocurrido y ocurran todos los días abusos de autoridad ni que no pueda suceder de nuevo algo similar a lo que pasó aquel día.
Lo segundo que hemos olvidado es que la batalla de aquellos jóvenes era por la democratización del país. Nada era tan subversivo en aquellos días como exigir democracia. Muchos de los que estuvieron en el movimiento del 68 siguieron la batalla y se unieron a otros grupos con los que compartían la agenda democrática, aunque no necesariamente las posiciones ideológicas. La batalla duró casi 30 años hasta que en 1997 se logró un Instituto Federal Electoral autónomo y las primeras elecciones realmente libres. Hoy esos logros son puestos en entredicho desde el poder que ataca a las instituciones democráticas un día sí y otro también. Ojo, el problema no es que se debata sobre ellas, eso es normal y necesario, sino se les condene y se les castigue presupuestalmente por no estar de acuerdo con el Presidente. Eso aquí y en China es autoritarismo, ese que pretendíamos no olvidar para no repetir.
La tercera cosa que olvidamos es que los jóvenes querían ser escuchados. Aunque el país cambió muchísimo en estos 55 años en términos de apertura, derecho a la información e incluso derecho a la educación, los jóvenes siguen siendo el grupo de edad menos atendido y más amenazado; son víctimas permanentes de la violencia y de la extorsión policial. Los jóvenes hoy son la carne de carne de cañón del crimen organizado y los principales perseguidos por las policías el delito de portación de cara.
No basta conmemorar el 2 de octubre; hay que evitar el olvido.
diego.petersen@informador.com.mx