Diario de un espectador
Atmosféricas. Bíblicas, benditas tormentas en este julio apenas ido. Tristeza por los daños. Pero dicen que del agua siempre algo queda. Y sí, el jardín vive el júbilo del verano que corre, vertiginoso, rumbo a lo más profundo del estío. Alguien dice que puso en otro jardín, como siempre, a una Virgen del Rayo que nos cuide, y que una veladora arde día y noche en busca de un asidero en la zozobra de la peste. Verdísimos, los colomos esplenden, antes de la granizada que habrá de lacerarlos. Así va esto.
**
De rezos, plegarias, mantras y conexas. Dos oraciones que unos señores que ya no están solían decir en su interior, cada día.
Anhelos
Dios clemente que adorar
Virgen Santa a quien pedir
Noble esposa a quien querer
Hijos buenos que formar
Nietos sanos que mimar
Casa quieta que habitar
Leña seca que quemar
Bien lo justo que comer
Vino, pan y queso que tener
Viejos amigos que atender
Libro sabio que leer
Buen andar para pasear
Buen trabajo que cumplir
Algún pobre que ayudar
**
Antigua oración provenzal
Niño Jesús del pesebre:
Haznos tan filósofos como el pescador
Celosos para el trabajo como el clarín
Pacientes cual la hilandera
Despreocupados como el del tambor
Alegres como el trovador que explora el mundo/ Bondadosos como el burro
Tan fuertes como el buey cuyo aliento te tiene tibio
Danos el sagrado ocio del cazador
Danos igualmente el gusto del pastor por los placeres de la tierra
En nuestro trabajo el orgullo del afilador
Y el del tejedor
El cantar del molinero
Concédenos la sabiduría de los reyes magos
La alegría del pichón
El atrevimiento del gallo
La discreción del caracol
La humildad del cordero
Danos lo sabroso del pan
La ternura del jabalí silvestre
Del verano su corazón
El buen humor del vino viejo
De la candela el ardor
De la estrella su pureza
Rogamos a tus pies, niño Jesús, que nació entre la gente humilde de este mundo
Te rogamos por nuestros abuelos
Por nuestra madre, por nuestros padres, por nuestros hogares
Te rogamos por nuestra tierra natal, por la paz de sus hogares y el futuro de nuestro pueblo.
Jesús óyenos. Con tu bondad amante bendícenos y líbranos de daño
Amén
En los tiempos aciagos de la peste, es urgente comunicarnos con lo que más importa: con Dios, con la Virgen, con las legiones de santos que han sido, incluyendo al señor y la señora que ya no están. Así, a lo que pide la fe del carbonero, con dispensa de quienes creen otras cosas, en medio de estas temporadas angustiosas… una llamada que rebasa una columna en vilo…