Diario de un espectador
Atmosféricas. Llegan por estos días las primeras lluvias. Lo dijo Borges famosamente: la lluvia es una cosa que sin duda sucede en el pasado. Traen consigo sus caudales los ánimos livianos y fugaces del tiempo que fue en su lento, o tan veloz avance. Bajo el cielo de nubes cambiantes la memoria trae una larga secuencia de los temporales que han sido. También, misteriosamente, el agua peregrina presagia las venturosas lluvias por venir.
Pasos ciudadanos deben hoy expresar sus pareceres y preferencias políticas. Que haya una copiosa votación es la meta a perseguir. Caminar o llegar de la manera preferida a un punto en donde se sitúa, por un día, una parte mínima pero igualmente valiosa del destino de la comunidad. Y agregar una particular voluntad ciudadana, soberana.
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Los tapatíos sin un techo que se multiplican, surcan la ciudad con su estela de tristeza y valentía. Miran con cuidado lo que pasa, aprovechan lo que pueden encontrar aquí o allá. Caminan sin otro rumbo que el que marca la posible solidaridad, la honda compasión por esos pasos vagabundos que van avanzando, contra la desventura, por la esperanza de otro día.
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Kyrie de Jorge Esquinca. Es uno de esos poemarios centrales, hipnóticos, que el poeta ha entregado al filo de los años. Habrá que regresar, que volver a leerlo para seguir midiendo su inasible hondura. Va una transcripción de este fragmento:
Soy el habla que lo comprende todo
Y el lenguaje incomprensible
Soy el trazo de la letra
Y el signo de su trazo
Breve lámpara mi día,
Elegido en el tiempo
Breve, mi lámpara, hizo visible el mar.
Escúchame, no me rechaces.
Cuando mires, cuando por primera vez mires,
Verás la luz sobre el mar.