Ideas

Diario de un espectador

Atmosféricas. Días de precauciones y avisos. Desde lo alto del tiempo van tañendo campanas de tristeza y rememoración para quienes se han ido. La ciudad late con el ánimo contenido, busca la salud, la poderosa corriente de lo duradero. La enredadera del jazmín se reconcentra, extraña quizá los fríos mañaneros de la estación. La luz de las tardes se alarga un poco, el cielo palidece, llega con dulzura la noche. El gato todo lo advierte y redobla sus precauciones en su retiro de la terraza. Se acerca receloso, aventura unos pasos más cercanos, rinde al fin la cabeza a alguna caricia distraída.

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Tres jesuitas giran alrededor del claustro, pudo ser ayer o hace siglos en la imaginación de quien pasa. Relatan los más viejos que, duchos en retórica y en doctas conversaciones, eran los triduos una de las más apreciadas formas de comunicación en la orden. Así, dos caminaban tomados del brazo mientras el tercero caminaba hacia atrás siguiendo la puntual cadencia. Y luego por turnos. ¿Imaginación? O tal vez la memoria de la peripatética costumbre que midió claustros y calzadas.

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Siempre evitó los manuales de instrucciones. Será esto un epitafio o una simple puntualización, será un rasgo que por alguna razón distinguió al irredento. Simple necedad o búsqueda metafísica de un desasimiento de todo mandato, de todo lo que no fuera un empirismo radical en sus haceres. La experiencia directa y sus esenciales potencialidades para descifrar un aparato, un lugar, una vida. O tal vez creer que lo que la simple razón no entiende y detecta por sí sola es lastre, obstáculo al libre flujo de la vida. A saber.

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Leído, oído en alguna parte: Parvada de navajas. La fuerza de una imagen hace una sombra sobre la pantalla, acribillada de filos la noche se hace más honda.

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Inevitable volver a la pasmosa habilidad versificadora de Joaquín Sabina. La eficacia de sus imágenes, la puntualidad de ciertas ideas. “Es muy tarde para el deseo/ y muy pronto para el amor.” “Abuelos que siempre ganaban batallas/ retratos de novias que nos olvidaron”…

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El poeta y la musa. Saint-Säens. Tarde, oyendo al viejo Maestro. Visiones de la musa, evanescente y poderosa en sus visitaciones. Un cuarto de hora que así se vuelve inolvidable, al amparo de infinitas sutilezas, de aéreas, lentas aproximaciones a lo indecible. Avanza el tañido de unas cuerdas sobre la huella que siempre escapa. Queda nomás para el poeta la aquiescencia del milagro.

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Robbie Williams: Escapology. Lo dijo Graham Greene en el título de unas sumarias memorias: Ways of escape. Caminos hacia el escape, maneras de eludirse, vías hacia la fuga. Y luego Williams: escapología.

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El baterista del barrio prosigue sus redobles. Nunca sabrá que hace mucho y en otra casa, bajo otros cielos que una princesa iluminaba el latido de sus tambores marcó la cadencia de un vértigo giratorio y duradero.

jpalomar@informador.com.mx

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