Diario de un espectador
Atmosféricas: Zorba el viejo y Zorba el joven se miran largamente a los ojos. Pero esto está muy lejos de ser una despedida. Entre ellos está el jardín, están todas las mañanas que desde hace décadas han compartido, está la brava fidelidad por las derrotas y los triunfos de otros señores que ya no están, está una recia fraternidad que nomás tienen las buenas gentes que discretamente van cambiando el mundo. Así que, primero Dios, habrá toujours des lendeimans heureux, futuros despertares dichosos y soleados. Eso es algo que llevan en sus alforjas los verdaderos bladerunners, los que tranquilamente se la juegan a diario por que las flores florezcan.
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Oración del 9 de febrero, escrita hace noventa años por Alfonso Reyes para conmemorar un día como hoy. Portentosa carta al padre, estela para el gran hombre que fue el General Bernardo Reyes, homenaje filial a un soldado imbatible que encontró su muerte en una carga desesperada y suicida, sin emplear en su frenesí ni estribos ni riendas, contra el Palacio Nacional durante los acontecimientos de 1913. Ajuste de cuentas de un dolor que el inmenso escritor regiomontano supo llevar con discreta gallardía a lo largo de su vida. Un soneto impecable en toda su sobria expresión, en su exquisita y a la vez recia, tierna, trágica hondura. Recuerda, por cierto, la poesía del mejor Alfredo R. Placencia…
¿En qué rincón del tiempo nos aguardas,
desde qué pliegue de la luz nos miras?
¿Adónde estás, varón de siete llagas,
sangre manando en la mitad del día?
Febrero de Caín y de metralla:
humean los cadáveres en pila.
Los estribos y riendas olvidabas
y, Cristo -militar, te nos morías...
Desde entonces mi noche tiene voces,
huésped mi soledad, gusto mi llanto.
Y si seguí viviendo desde entonces
es porque en mí te llevo, en mí te salvo,
y me hago adelantar como a empellones,
en el afán de poseerte tanto.
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Por alusiones personales, va otro intento de traducción de un precioso poema de Louis Aragon, vuelto también canción por el gran Jean Ferrat, tan añorado. Como la que. Antes de, antes del milagro que son unas líneas transatlánticas y escuetas.
Adivina
Un vasto campo de azul lino entre las negras raíces
Cuando hacia mí el viento tembloroso lo inclina
Un vasto campo de azul lino que se vuelve del cielo espejo
Y soy yo quien tiembla hasta el fondo de mi sangre
Adivina
Un vasto campo de azul lino en el devuelto día
Por ahí largo rato vaga aun la bruma de los sueños
Y temo entonces elevar allí pájaros desconocidos
De los que a lo lejos la alada oscura sombra se alarga
Adivina
Un gran campo de azul lino del color de las lágrimas
Abierto sobre un país que nomás conoce el amor
Donde todo tiene de perfumes el poder y el encanto
Como si los besos siempre allí se pasearan
Adivina
Un vasto campo de azul lino del que es la maravilla
Siempre a descubrir un agua pura y profunda
De su manto que milagrosamente cubre
Es esto un lago o el mar las espaldas del mundo
Adivina
Un vasto campo de azul lino que habla ríe y llora
Allí me adentro y me pierdo dime lo adivinas
Qué sandalia impartió allí el gozo y el dolor
Y por qué por amarlo lleva a la ebriedad o a la muerte
Adivina.
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De George Steiner:
“Pienso en un niño de cinco años y medio que dibuja un acueducto romano cerca de Berna y luego, de repente, representa un pilar con zapatos; desde entonces, gracias a Paul Klee, que así se llama, los acueductos caminan por todo el mundo.”
“La felicidad de haber enseñado y vivido en muchos idiomas. La felicidad que he tratado de cultivar todos los días, hasta el final, sacando de mi biblioteca un poema para traducirlo a mis cuatro idiomas (francés, inglés, alemán e italiano). Y aunque no lo haya traducido bien, tengo la impresión de que he dejado entrar un rayo de sol en mi cotidianidad.”
Imposible, ante lo anterior, no pensar en el Proyecto SD, llevado adelante por una cincuentena de tapatíos amantes de la poesía de Stephen Dunn, los que arduamente tradujeron otro tantos poemas del gran poeta norteamericano y los compilaron en un sobrio y elegante volumen.
jpalomar@informador.com.mx