Diario de un espectador
Atmosféricas. Navega octubre en su infinita dulzura. Altas las noches, y la suavidad del aire vuelve a acordarnos las razones para, a pesar de los pesares, bendecir a estas tierras. Un señor sin casa llega muy orondo y ofrece su mercancía: unas libretitas muy bien hechas que forman bonitos mazos listados de blanco y rojo. Hecha la transacción, insiste en la plática: es un verdadero personaje de la picaresca del barrio, al que ahora parece haber adoptado como suyo. Se va al rato, habiendo repartido carcajadas que valen mucho, mucho más que sus libretitas. Standing ovation. Al día siguiente aparece, colorada y sudorosa, una buena señora de Michoacán. Su técnica de canvaseo y factoraje parece estar todavía en desarrollo inicial. Su cochecito de la primorosa mercancía está dando de sí, y ésta rueda una y otra vez por el suelo; además, la señora calculó mal su potencia y con muchos trabajos mueve el producto. El caso es que, ya habiendo cruzado la calle procelosa e instalada en la sombreada banqueta procede, con una bondad y un acento maravillosos, a hacer el elogio de la vendimia. Ahora sí, la técnica le rinde frutos, y un arquitecto conceptual, en un arranque más de su legendaria generosidad, le compra dos baldes pletóricos de uvas y ciruelas amarillas. Luego, con tranquila elegancia, despacha la compra rumbo a la señora de la casa. Muchas cosas suceden: bleidrunerismo, jazmines de madrugada, patios abiertos como muchachas en flor, princesas que responden al fin al llamado.
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Eres pastora divina/ Eres virgen soberana/ Vengo siguiendo tus huellas/ Lucero de la mañana
La mejor manera de despertarse del año. Justo a las cinco, suben por Vallarta los tambores que vienen de tan lejos. Vienen, por lo menos, del Mixtón, donde una figurita de una virgen de un palmo de alto logró, ella sola, evitar una masacre que estaba a punto de iniciar entre los gentiles indios y los fieros españoles. Por eso, a esa Virgen, se le nombra la Generala. Dos millones de romeros, dos millones de habitantes involucrados en la Llevada. Ninguna celebración religiosa en este país siquiera se le acerca. Se dijo “celebración religiosa”, no hecho cultural ni patrimonio de la humanidad. O también, pero en grado muy secundario. Religión, acordémonos, es lo que religa, lo que reinstala la trama esencial de afectos y acuerdos en una comunidad. Religión además es lo que da acceso a la trascendencia, a la vertiginosa y serena limpidez. Así que dos millones de cristianos de todas las layas caminan bajo el clemente cielo de una madrugada de octubre rumbo a la lejana villa zapopana. (Recordemos también que cristianos son todos los que creen en Cristo, incluyendo a los católicos; y que los que ahora dan en autodenominarse “cristianos” son en realidad cristianos-protestantes.) Niños dormidos plácidamente en sus cochecitos, la cabeza les bamboleaba; enfermos en sillas de ruedas con severas miradas de arrojo. Y una bendición que habrá de durarle un año entero a Guadalajara,,,
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Príncipe del naufragio, señor de las derrotas, adelantado del fracaso, alabardero del precipicio, portaestandarte de la perdición, lugarteniente de los condenados, subteniente de un destacamento de la Legión Extranjera extraviado por siempre entre las dunas, capitán de la última carga de caballería francesa contra una división de tanques de guerra, marqués de todos los elementos del desastre, sobrestante de la equivocación, gaviero de la nada, guardián de dos o tres grandes casas en llamas, estratega del mortal desvarío.
Antes de.
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Diario de un muchacho de Reu. 39 asistentes. 20 mujeres, 19 hombres. 13 conspiraciones. 1 descalabrada. 3 elementos evacuados por comportamiento excesivo. 2 niñas reubicadas 2 veces de rincones demasiado oscuros. 12 bolsas grandes de doritos. 7 integrantes de un coro femenino de rap que rompió un sofá muy viejo. 5 papás que exigieron mirar las instalaciones antes de dejar a sus chiquillos. 1 papá que durmió toda la reu en la calle esperando la salida. 2 intentos de golpe de estado con base en un radical cambio de música, 2 intentos fallidos. 12 elementos femeninos con una belleza que cortaba el aliento. 3 conatos de bronca. 2 conatos de bronca sofocados por el muchacho de la casa, 1 conato resuelto en la cochera. 3 bajas por razones vagamente etílicas que nunca se comprueban. No es el celebérrimo libro de Francisco García-Salve, Diario de un muchacho de Preu (niversitario), es el no menos célebre cuaderno del Instituto de Ciencias Diario de un muchacho de Reu (niones). Curiosas eventualidades.
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Neil Young siempre toca con los Crazy Horse. Formal o informalmente, no importa; Young es el Crazy Horse, el que se ha visto envejecer a través de más de medio siglo, el de la voz aguda y perfil de coyote hambriento, el del rollo contestatario a quien lo que le queda siempre mejor son las canciones de amor. Cincuenta años después, gordo y abotagado, Neil Young sigue cabalgando, muy interperrito él. Maneja la guitarra prodigiosa cada vez mejor, y su presencia escénica ha ganado en poderío, estudiada negligencia, aplomo. De repente, en un concierto de hace unos meses, la bandota se arranca con Like an inca. Dijo el cóndor a la mantis acechante/ perderemos este lugar igualito que a Atlantis/ hermano nos tendremos que largar más pronto que lo que piensas/ la gitana me dijo la fortuna y dijo que nada veía/ quién puso la bomba en el altar sagrado/ por qué hemos de morir si cae de nuestro lado/ por qué hemos de preocuparnos por un botoncito/ apachurrado por alguien que ni conocemos// Bien. Quisiera ser un azteca/ o un corredor en el Perú/ Levantaría tan bellos edificios/ para albergar a los pocos escogidos/ como un inca del Perú. Y la banda se va abriendo brecha, los desfiladeros de los Andes se perfilan nítidos, y un indio corre. El sonido de sus pasos es idéntico al que la tarola retumbante va dejando sobre el escenario. Neil Young guiña un ojo, suda, se va envuelto en un aire de leyenda.
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