Diario de un espectador
Atmosféricas. Del cielo anchuroso desciende un frío que purifica y levanta en hombros a la ciudad entera. Queda así cada cosa reducida a su medida justa, a su íntima condición. Ya lejos, por unos breves días, la cómoda rutina de las benevolencias dispensadas a lo habitantes de este valle. Es cuando el aire cobra su cuota filosa, cuando las estrellas casi imperceptiblemente se acercan con su carga de redención, de inimaginados portentos. Ángeles en forma de meteoritos cruzan el firmamento llevando noticias que llevan dos mil años y siguen siendo nuevas. Y más bien explosivas. Explotions in the sky, la Séptima de Mozart, un puñado de rosas que transfiguran los días.
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Vivir junto al tren es una de las extremadas formas del delirio, de la meditación y la tan largamente buscada continencia. Los convoyes son fatales en su puntualidad, terribles en su marcha de animal agonizante. Desde lejos se oye el estrépito que los miles de kilómetros recorridos han compuesto como una sinfonía de Stockhausen ahora interminable. Como coyotes hambrientos, los pasajeros clandestinos se aprestan al siguiente abordaje. Son los demonios que asolan una anchurosa banda de la ciudad. Pero si los medrosos vecinos supieran, son tal vez los ángeles que en este momento los están salvando.
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Cien metros cuadrados de zacate, una gran araucaria al centro, doce o quince bambús haciendo guardia envueltos en su túnica de un verde innombrable. Es cuanto, es todo...The day i die where will you will be?, insiste en preguntar el frontman de la banda.
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Los videos de The National. Sorprendente, cada vez, la banda de rock que ha venido entregando una serie de visiones y experimentos intrigantes y refinados. Son versiones de las composiciones originales inextricablemente mezcladas con danza, fotografía, cinematografía. Están haciendo, tal vez, lo que ninguna banda contemporánea intenta. Basta buscar en youtube, y es una pasmosa experiencia, a ratos una verdadera epifanía.
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Posibles himnos para los bladerunners. Corredor callejero de Gerardo Enciso; Born to be wild, de Steppen Woulf; Born to run del jefe, Bruce Speingsteen; Living on a wire, de The Miracles on Sunday; el tercer movimiento de la cuarta sinfonía de Mahler, ya cuando va a terminar; Street fighting man de los Rolling Stones; Ma Liberté, de Georges Moustaki; She´s leaving home, de los Beatles y tantas otras; So long Marianne y Bird on the wire de Leonard Cohen; mucho de lo que toca Apocalyptica; LA woman de los Doors; La condición para ser himnos de esta cofradía es que los efectos sean extremos, que solivianten el alma, que hagan correr más rápido la liviana sangre de los corredores de la navaja que incendien una vez más el principio de la desesperanza, que vuelvan más altas las imposibles metas que persiguen siempre. Zapoi de la música.
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San Juan de Dios y la Castañeda, L´hotel Dieu, Saint Albans, L’ospedale e la folie en Nápoles, la casa del pájaro anaranjado. Y tantas y tantas. The house of mirth; Bleak House; Houses of the Holly; Domvs Avrea; House of the rising sun. Vehículos, tabernáculos y santuarios. Saisons en enfer. Tres o cuatro presos se acurrucan, se dan abrigo unos a otros tendidos al sol que nomás logra iluminar un cuadrado del jardín. Pero ese cuadrángulo levita y levanta a sus tripulantes. Balsa de la medusa, jangada, navío de la gracia y de la desventura.
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Antes de. Y entre nosotros no ha habido la sombra de disturbio. Todavía, antes de.
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De transcripciones.
La cuadrícula contra la locura
el pan vuelto el signo de la usura
los pasos miserables y contados
que van en cualquier dirección
el aletear de las pupilas como trenes
estrechamente vigilados
vil laberinto profanado
y la fealdad cumple su trabajo
carcome la piel de las ninfas en desgracia
y se oye crepitar la desventura
de los que quedan y los que se van.