Ideas

Derrota electoral… ¿qué significa?

Es tiempo de moderar, de desacelerar. Las reacciones con motivo del resultado electoral en Coahuila e Hidalgo han sido desproporcionadas. Los detractores del gobierno de la 4T y de Morena dan por hecho que estas derrotas de los candidatos afines al partido del presidente Andrés Manuel López Obrador anticipan el desmoronamiento del lopezobradorismo y el regreso triunfante del Partido Revolucionario Institucional (PRI).

No es así. Calma y nos amanecemos.

En Coahuila y en Hidalgo hay gobernadores priistas: Miguel Riquelme y Omar Fayad. Ambos son hábiles operadores y encabezan las estructuras tradicionales. Tienen el control total, y más ahora que no hay un presidente de su partido en Palacio Nacional (antes hubiera estado en Los Pinos).

Tanto Riquelme como Fayad han aplicado con astucia y conocimiento una política de flexibilidad: no enfrentan a López Obrador; no lo contradicen. No utilizan sus escasos espacios en la agenda mediática para cuestionar o criticar al presidente y su Cuarta Transformación. Por el contrario, cuando hay oportunidad son sus aliados.

Ni Riquelme ni Fayad están entre los “gobernadores federalistas”. La suya es la apuesta por el silencio: que se desgasten los del PAN, del PRD, de MC. No ellos.

Sin embargo, no entregan la plaza: prepararon la elección, trabajaron las bases, destinaron recursos económicos y en silencio, sembraron para cosechar.

El resultado es evidente. Incontrovertible. No es casualidad. En comparación con la elección de 2018 y a la espera de que se resuelvan impugnaciones, el PRI obtuvo más votos en ambos estados; Morena recogió menos sufragios. Pero esa es apenas una arista del proceso electoral.

Mucho ha contribuido con este resultado el conflicto interno de Morena; su incapacidad de estructurarse y contener la división interna. De por sí, ya desde años atrás los ciudadanos de todo el país han desconfiado de los partidos políticos. El proceso interno de Morena ha sido una confirmación de que son iguales que los otros, y quizá peores.

Sin entrar en muchos detalles: el gasto en la “campaña” de Mario Delgado es exorbitante; él o sus amigos han comprado anuncios espectaculares en todo el país. ¿Y qué decir de las redes sociales?

El pago ha sido millonario. No transparentan cifras, pero tampoco se necesita tener copia de las facturas para saber que su sueldo como diputado federal no alcanzaría.

Por otra parte, Porfirio Muñoz Ledo ha vertido críticas demoledoras. Acusa a Delgado y a Marcelo Ebrard; asegura que esos “muchachitos tecnócratas, corruptos”, quieren robarse al partido. Y al mismo tiempo, es acusado de abuso sexual y uso inexplicable de recursos para su propia campaña.

Y ni hablar de Yeidckol Polevnsky, que ya derrotada enfrenta todavía investigaciones por la compra de bienes inmuebles por cientos de millones de pesos.

Eso es Morena.

Pero también es el partido dominante en el país; es el que tiene mayor intención de voto. Es el partido político del presidente López Obrador, el de la mayoría en la Cámara de Diputados y en el Senado. Y es el partido que si no se descompone totalmente, puede ganar más gubernaturas en 2021.

Y todavía no hay registro público de lo que están haciendo en sus estados los nueve gobernadores del PAN. Esto apenas comienza.

Hubo una clara derrota electoral; una batalla en medio de la guerra total.

jonasn80@gmail.com / @jonasJAL
 

Síguenos en

Temas

Sigue navegando