Derecho humanitario borrado a balazos
El derecho humanitario establece reglas para la guerra, está condensado en la llamada Convención de Ginebra de 1949, donde se regulan mecanismos para proteger a las víctimas de los conflictos armados. Ahora esas reglas parecen papel mojado y da la impresión de que las balas se imponen a la civilización que aparentemente habíamos alcanzado. Lo sucedido en Israel y en la franja de Gaza es el rompimiento de estas reglas de la civilización para dar rienda suelta a la violencia que impulsa los sentimientos de odio como motores para justificar la guerra.
Sin duda, el ataque de las milicias del grupo armado que irrumpió en Israel para asesinar inocentes y tomar rehenes fue una atrocidad, al igual que lo ha sido castigar a la población civil de Gaza con un asedio tormentoso que ha causado miles de muertes de inocentes. En ambos casos, no se respetó el derecho humanitario.
Curiosamente, en esa región del mundo, las guerras se han repetido a lo largo de la historia. Allí se cruzaron la tradición judía con la griega, y ahí nació el cristianismo. Las tres religiones monoteístas más importantes de nuestro tiempo reclaman como santuarios muchos de los sitios ubicados en esas ciudades milenarias situadas entre lo que hoy es Irak, Siria, Líbano, Israel, Palestina y Egipto. Es geográficamente la cuna de nuestra civilización. Y desde hace más de tres mil años, las guerras han sido recurrentes. Están descritas en los libros sagrados del judaísmo, el cristianismo y el Islam, al igual que en las narraciones griegas y persas. Luego, dieron lugar a las conquistas romanas y a las cruzadas de la Edad Media, hasta llegar a las guerras coloniales y las guerras de nuestro tiempo con el nacimiento del Estado de Israel, la lucha de los palestinos por su tierra, la guerra de Irak y los conflictos derivados del terrorismo manifiesto después del 11 de septiembre.
Los conflictos en esa región no han sido solamente por cuestiones económicas o políticas, como en otras partes del mundo, sino que se relacionan con la justificación de estas reglas de la “verdadera” civilización. Filón de Alejandría, quien vivió en el siglo I a.C., intentó fusionar las ideas griegas con la tradición de Moisés justificando las leyes divinas. Luego, Orígenes, hacia el año 145 d.C., planteó unirlas con el cristianismo. Ambos sufrieron persecución y fueron presa de la violencia. Más tarde, el profeta Mahoma pronunció algunos de sus mensajes en la región, mientras que otros pensadores medievales como Avicena, Averroes y Agustín de Hipona se nutrieron de aquellas fuentes en las que repetidamente se apelaba a la justificación de la guerra como forma legítima de reivindicación.
Curiosamente, los romanos llegaron a tratar de imponer sus leyes y se encontraron con una resistencia cultural y religiosa, similar a la que enfrentan los americanos y los inmigrantes en la región. Parte de las diferencias culturales está precisamente en ese argumento que justifica la guerra, la violencia y la muerte como parte de una concepción cultural y religiosa.
Por eso es especialmente peligroso que el conflicto de Gaza que abarca actualmente a los milicianos de Hamas y al ejército de Israel se extienda a otras regiones que comparten la convicción de que tienen derecho a usar la fuerza para defender sus intereses culturales y políticos.
Para algunos observadores de esas regiones, las naciones occidentales de hoy son las mismas que alguna vez promovieron las Cruzadas e invadieron la región para imponer su poder militar. Para muchos analistas occidentales, los árabes son promotores del terrorismo. Son reducciones simplistas pero muy extendidas, que ponen en evidencia que el cruce de culturas está presente hoy, como lo estuvo en Alejandría, donde convivieron judíos, griegos y cristianos. Y como entonces, el riesgo del conflicto está siempre presente. La diferencia ahora es que la fuerza de los intereses en la región y la capacidad destructiva son mucho mayores, y sus repercusiones son globales.
Estamos ante el riesgo de una polarización simplista, que puede extenderse entre las naciones que apoyan a Israel y las que respaldan a Palestina. Una polarización entre Occidente y las naciones árabes que podrían ser respaldadas por Rusia e incluso China. Además, en cada nación se presentan divisiones internas entre ambos bandos que pueden tener impactos en las prácticas democráticas. El conflicto de Gaza puede catalizar una polarización geopolítica de graves consecuencias, y sus repercusiones pueden afectar a las democracias.
Como ha sucedido durante milenios, nada de lo que sucede en esas tierras nos es ajeno, y ahora, ni siquiera nos es lejano. Tres milenios de historia en Medio Oriente, en los que hemos aprendido muy poco sobre el respeto y el amor al prójimo. Muestra de ello es que del derecho humanitario de Ginebra, pues realmente nada.
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