Democracia monárquica
Destapar al candidato, como quien destapaba un refresco sin gas, era la habitual manera de anunciar al príncipe elegido para suceder al señor Presidente en los años dorados del PRI. El que la revolución se hubiera hecho “institucional” permitía perpetuar el sistema político de don Porfirio: “Yo elijo al candidato, y el pueblo vota por él”, glosando a Vargas Llosa, esa era la monarquía perfecta.
Nada ha cambiado, solo que ahora los refrescos del señor presidente tienen gas, y además se les agita antes de destaparlos. De ahí que las corcholatas salen disparadas para desarrollar una campaña “interna” que es pública y externa gracias, sobre todo, a los medios de comunicación, que son quienes verdaderamente adelantan el proceso electoral con la gran difusión que les hacen. Y el gobierno cuenta con ello.
Claro que el “INE no se toca”, no puede estar en todo ni mucho menos prever y anticiparse a las mil caras del “dedazo” y a las mil maneras de adelantar las campañas pisoteando las leyes, considerando que, en este caso, a quien debería sancionar es a los medios de comunicación, pues son ellos los que han convertido la supuesta campaña interna en una verdadera campaña electoral nacional, con el prefijo “pre”, “pre-pre”, o sin él.
Ahora bien, estas costosas giras republicanas se parecen a los viajes que el príncipe heredero hacía por los vastos dominios de sus reinos para darse a conocer a sus leales súbditos. La única diferencia es que ahora son muchos los posibles herederos, pero lo son de un solo y único padre. El toque democrático es que será el pueblo sabio quien haga el destape final (¿?). Ya es ventaja y progreso. Anteriormente, el destapado era solo uno, lo cual, desde luego, resultaba mucho más barato, si bien exigía una mayor disciplina de partido.
Los contendientes del actual partido aplanadora, o ya saben quién será el elegido por el pueblo o sinceramente están buscando ser la opción de los electores, asunto de difícil discernimiento. No obstante, ya fue un logro aplacar a muchos otros aspirantes y reducir la planilla. Lo apasionante del asunto es saber cómo reaccionarán los descartados, sobre todo si estaban contendiendo de buena fe. Tampoco se requiere mucha imaginación para adivinarlo.
La oposición observa todo cómodamente, ni suda ni se abochorna, disfruta de un partido que al parecer decidió no jugar sino hasta el último momento, a sabiendas de que ya todo está arreglado y que, en la cuenta final, no le irá tan mal. Total, seguirán recibiendo el cuantioso financiamiento que se les otorga, tendrán sus curules y sin duda muchas otras prebendas, las suficientes para no alborotar con chiflidos y lechugazos el teatro electoral del actual momento.
Para la sociedad mexicana, guardar las apariencias sigue siendo muy importante, es algo que el PRI hizo de manera casi impecable, y tan efectiva que fundó escuela, una escuela que se empeñan en seguir todos los partidos y movimientos, pese a que tal costumbre ha resultado en extremo costosa para la economía del país, para el desarrollo y crecimiento social, y sobre todo, para la genuina democracia, pues mantenerse como una monarquía con la apariencia de la democracia, cuesta mucho más que cualquier abierta y descarada monarquía.