Del futuro incierto
Cuando tenemos por delante el futuro incierto, cuando las ilusiones y desilusiones van haciendo que quede poco espacio en nuestra mochila de vida acumulada, cuando hacia atrás vale la pena revisar los errores con calma y compasión aun sabiendo que nada nos libra de lo hecho, lo único que queda es arar una vez más la tierra para sembrar con miras al porvenir.
Dentro de todo lo hecho, seguramente hay grandes éxitos y penosos fracasos, sin embargo, encuentro que a lo que a mí más pena me da, son las ocurrencias que en cierto sentido gobiernan sin mucho freno gran parte de la vida cotidiana. Vivir desde el impulso no es lo mismo que escuchar a la intuición y lanzarse, el primero responde al llamado visceral y el segundo al canto de un sólido cúmulo de experiencia y conocimiento que nos alertan e invitan a algo más grande.
De manera contundente, diría que enormes fracasos han sido planeados para no serlo habiendo procurado trabajar de verdad, con respeto al proceso y fortuna más, fortuna menos, no pudimos salvarnos. Es mucho más auto complaciente repasar lo que hicimos bien, darnos porras, recibir elogios y adulaciones que, en contraparte, aún de la gente que nos respeta y ama, escuchar lo opuesto.
Cuando la manera de vivir inunda a la vida pública en cierta forma de gobernar, específicamente en la de impulsivamente hacer caso de ocurrencias, estas hacen que se convierta en un periodo administrativo sin propósito. Mucho se ha hablado de la planeación, mucho se han hecho grandes oficinas con enormes burocracias y contrataciones de alto pedigrí como para que trienio a trienio, sexenio a sexenio sigan sin cuajar los grandes cambios, e inclusive, las grandes refundaciones que dicen que necesita un pueblo, nuestro pueblo.
Me llama la atención y me ofende la ahora tan actual política de TikTok. La violenta estampida de mini cortos videos que, por la brutal necedad de crear contenido, nos ofrecen enlaces a pequeños episodios paradójicamente sin contenido alguno. La valía de este no contenido que, dicho sea de paso, no informa sino que cautiva con datos inútiles, no invita más que a ser partícipe juntos, de perder el tiempo en redes sociales y nos hace sentir no vinculados con la persona real. Mucho se ha hablado, por supuesto, del impacto de las redes sociales de manera personal y pública, no por nada por ahí hay una apuesta -hay que decirlo- millonaria de parte de nuestros gobernantes, pero este impacto, ¿realmente hace que ganen la próxima elección? ¿Realmente se usa la política TikTokera como un medio de comunicación en el que coexisten emisario, mensaje y escucha como algo honesto?
Poco a poco, he ido “dejando de seguir” a ciertos personajes de la vida pública porque me di cuenta de eso, del poco valor, la poca información útil que se maneja o emite y, desgraciadamente, de la poca vinculación social que tengo con ellos. Ahora no sólo los siento como antes, sino que estoy cansada de verlos hasta en la sopa. Dicen los que saben, que los periódicos no desaparecerán, que la gente -a la que admiro- dentro del periodismo nunca dejará de ejercerlo. Aún y cuando el grueso de la población no se sienta identificado con abrir unas páginas de papel día a día, de manera virtual o física, volveremos por necesidad al trabajo periodístico que hicieron o hacen día a día en el que relatan lo obvio: que durante estas administraciones que estamos viviendo se ha gobernado desde el impulso, no la intuición y que estos gobiernos operaron a puro golpe de ocurrencias.
Arar la tierra en la víspera de un temporal incierto significa dedicarse en cuerpo y alma a trabajar con conocimiento y esperanza de que aun fracasando, el resultado sea un éxito aunado a la honestidad a la que aspiramos. Habiendo perdido la bola de cristal y siendo víctima, sí víctima de la política de ocurrencias que padecemos a nivel local y nacional, me da mucha pena darme cuenta que lo mejor no está por venir.
Que alguien me diga que sí.