Dejar de simular
En la columna pasada mencionábamos el tremendo contraste que existe entre las apariencias y lo que realmente acontece en nuestro interior. Todo bajo el síndrome de Marilyn Monroe, un padecimiento muy extendido en muchas personas que simulan estar bien, pero que en el fondo sufren muchísimo.
“Todo bien, no pasa nada, aquí la vida va viento en popa,“ cuando en realidad están siendo atormentados por una deuda, un conflicto familiar, una adicción o una depresión crónica.
Esto nos lleva a querer aparentar lo que no es, y tiene varias causas. Una de ellas es el temor a que nuestra imagen se vea deteriorada por la percepción de los demás. En general, no queremos que nos vean fracasando, como perdedores o siendo vulnerables y frágiles. Además, le tenemos miedo al juicio y a la burla, algo que resulta muy desagradable, por lo que preferimos ocultar lo que nos pasa para evitar comentarios.
Si gastamos tanto tiempo y dinero en la forma en que nos presentamos al mundo, en las prendas que nos ponemos, los maquillajes que usamos, el arreglo del cabello y otras cosas, entonces lo menos deseable sería no hacer lo mismo con lo que sucede realmente en nuestro interior. Además, si nadie se entera, nadie lo ve.
Nos empeñamos en dar una buena impresión de que todo está bien, que estamos contentos con nuestro matrimonio, el trabajo y los hijos. Aquí no pasa nada, todo está bajo control.
Por eso, la opción es simular; es una linda manera de mentir sin tanto descaro. Hacemos creer algo que en realidad no existe para que los demás lo crean también, pero en realidad no hemos dicho nada; simplemente callamos y ocultamos lo que realmente nos pasa.
Esperamos que esta reflexión te ayude a dejar de aparentar y a vivir con más congruencia y honestidad, sin tener doble cara. La que le das a los demás y la que realmente tienes en tu casa. A ser de una sola pieza, consistente y a no ser candil de la calle y oscuridad en tu casa. Aprende a enfrentar tus problemas y a resolverlos de manera adecuada, sin andar fingiendo y tratando de persuadir a los demás de que todo está bien cuando en realidad no lo está.