De sueños y corridos
No sé muy bien desde cuándo me atraparon los corridos. Recuerdo que desde jovencita me llamaban la atención sus historias, tan descriptivas, tan trágicas, tan carentes de finales felices y tan característicamente mexicanas. Desde entonces fui aficionada a este género que parecía vergonzoso en ciertos lugares, pero que entrada la noche, todo el mundo salía del clóset y lo cantaba fervorosamente. Recuerdo también la incursión de personas que legitimaron la música mexicana en ciertas clases y en una nueva generación: Luis Miguel, Alejandro Fernández y Pepe Aguilar, particularmente le dieron la vuelta al regional para ser incluido en el repertorio de “sentirse mexicano”. Pero los “corridos” son distintos -creo yo- a una simple canción de desamor. En muchos de ellos, el componente social y político está presente y en pocos minutos nos situamos en algún territorio del norte o del centro, ya sea en la época pre revolucionaria o en el México de hoy, el tomado por el narco.
Pero, ¿por qué nos afecta tanto este “nuevo género”? Hay quienes afirman que estas canciones alientan e invitan a los jóvenes a incluirse o a soñar con ser parte de organizaciones criminales, y no dudo que para algunos así sea. Fundamentalmente, pienso que como todo en el arte, sólo resuena lo que vive o duerme dentro de nosotros. Pero más allá de eso, pienso en que estos llamados, por propios y ajenos, “narco corridos” ayudan a documentar el momento por el que está pasando nuestro país y sobra casi decir que toda nuestra región latinoamericana.
No todo lo que sucede a diario es material que pueda publicarse como noticia ni en un periódico, ni en la radio, ni en la televisión, así que de alguna manera no está de más pensar en que alguien más, estos grupos musicales, están de una forma u otra documentando la tan violenta realidad en la que vivimos. Lo verdaderamente escalofriante es ver cómo día tras día, año tras año, nos vamos acomodando a la descomposición social de la que todos formamos parte. Me gustaría escuchar en algún corrido o en algún relato, qué tal o cual empresario se negó a venderle sus terrenos al narco y que el gobierno lo protegió. Pero creo que de eso estamos muy lejos todavía. También me gustaría pronto que los jóvenes aspiren a un nuevo sueño, el americano, el de sus abuelos que cantaban “Gabino Barrera”, terminó por desvanecerse al paso de los años. Me gustaría de pronto despertar en esta región a la que también cubría otro sueño, el bolivariano, y saber que nadie muere en manos cobardes, que los justos tienen espacio y respeto del pueblo y que todos estos años fueron solo una pesadilla. Ojalá uno de estos días, en cualquier cantina latinoamericana, nos suene muy lejos todo lo que hemos vivido gracias a la tremenda organización del crimen y sus invisibles aliados. Ojalá.
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