De los anexos a las comunidades terapéuticas
La clausura ayer de otro centro de rehabilitación de hombres y mujeres farmacodependientes, mejor conocidos como anexos, que operaba sin licencia en Tonalá y en el que también se registraban casos de agresión y tortura, luego de toda la cadena de abusos e incluso ataques del crimen organizado que se han denunciado en las últimas semanas en el Área Metropolitana de Guadalajara en estos albergues clandestinos, confirma la urgencia, que comenté ayer aquí, de revisar y corregir las políticas públicas para enfrentar el fenómeno de las adicciones para que el Estado cumpla con su obligación de atender a este tipo de enfermos.
Las historias de violencia que sufren los que ingresan a esos albergues, de las que sólo se conocen unas cuantas, deja claro que las autoridades de los tres niveles de gobierno, además de fallar en la supervisión de estos centros, han dejado gran parte de esta tarea en centros privados, que en su mayoría funcionan con precariedades de todo tipo, y en la mayoría de los casos, sólo buscan lucrar de los que padecen de adicciones y sus familiares.
Expertos en el tema hablan de pasar de la visión “balística” que se da en los anexos con métodos de barbarie a una visión “holística” que se da en las comunidades terapéuticas (CT).
Desde hace al menos una década se viene trabajando en este modelo como una alternativa de tratamiento al problema de las adicciones, y que nada tiene que ver con los brutales castigos que se aplican a los que tienen la desgracia de caer en sus manos, porque sus familias no tuvieron, muchas veces por limitaciones económicas, la posibilidad de llevar a sus seres queridos con problemas de consumo de drogas a otros sitios.
De hecho la organización local no gubernamental Corporativa de Fundaciones (CdeF) y el Consejo Estatal contra las Adicciones en Jalisco (CECAJ) participaron en un estudio sobre este modelo desde el 2013, que al parecer no se ha aprovechado para erradicar las malas prácticas que se dan en los anexos.
Desde aquellas fechas, se habían encontrado ya casos exitosos de CT en Jalisco por acercarse a convertirse en “ambientes residenciales libres de droga que usan un modelo jerárquico con etapas de tratamiento que reflejan niveles cada vez mayores de responsabilidad personal y social”. Y en los que “se utiliza la influencia entre compañeros, mediada a través de una variedad de procesos de grupo, para ayudar a cada persona a aprender y asimilar las normas sociales y desarrollar habilidades sociales más eficaces”.
Ojalá que esta vez las autoridades responsables de esta tarea sí exploren lo concluido en este estudio que bien podría ayudar para guiar la capacitación de los que operan los anexos, para no sólo sacarlos de la clandestinidad, sino hacerlos evolucionar en el tratamiento de sus pacientes.
jbarrera4r@gmail.com