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De las urnas al blindaje autoritario

Con la aprobación la madrugada del sábado de la conocida Ley de la “Supremacía Constitucional” que impide impugnar reformas a la Carta Magna, se acabó de concretar el cambio de régimen del que siempre habló Andrés Manuel López Obrador, y que hizo posible la aplanadora morenista que se volvió a echar a andar con la abrumadora mayoría de votos que la población le dio a Morena y aliados.

Para los que siempre creímos que había que hacer algo, desde las más diversas trincheras ciudadanas y profesionales para acotar el ilimitado poder que tenía la clase política y gubernamental en los tiempos del priato, y que celebramos las reformas político electorales que permitieron las primeras elecciones libres en el año 2000 que la oposición venció al PRI luego de 70 años de autoritarismo y antidemocracia, vemos con gran preocupación la regresión que esta reforma significa.

Los cambios que declaran improcedentes las acciones de inconstitucionalidad y las controversias constitucionales, logrados por Morena y aliados, es la restauración, corregida y aumentada, de los tiempos del PRI como partido de estado, que luego de cooptar al Poder Judicial, como lo dicta el “Plan C” del obradorato, irá por el desmantelamiento de los Órganos Constitucionales Autónomos, que fueron producto de años de lucha por tener contrapesos a un poder político y gubernamental profundamente corrupto, prepotente e ineficiente.

Lo que habrá que decir, y reconocer, es que llegamos hasta este punto, por la pasividad y desatino de una oposición que sólo vio por sus intereses partidistas y se dejó arrollar por Morena y aliados, en 256 de los 300 Distritos en los que se divide el País. Todo el poder que eso significa hizo que los magistrados electorales les dieran la sobrerrepresentación en la Cámara de Diputados, y que con muy desaseados métodos lograrán con presiones los votos para obtener también la mayoría calificada en el Senado, para sacar el engendro precipitado de la Reforma Judicial, inspirada más por una revancha del ex Presidente López Obrador, que por un auténtico anhelo de limpiar, al ciertamente muy corrupto, Poder Judicial. Con esas mayorías, continuaron con mayor descaro los desacatos a amparos en la administración Sheinbaum, que iniciaron con el propio AMLO.

Ni los asomos autoritarios del liderazgo lopezobradorista, ni la crisis desbordada de violencia por el dominio del narco en cada vez más regiones del País, ni la ineficiencia en muchas áreas de la administración pública, fueron déficits suficientes para que la oposición hubiera podido hacer campañas de contraste, y haya podido al menos, evitar volver a echar a andar la aplanadora morenista, ganando al menos 100 de 300 distritos.

La mayoría de los mexicanos prefirieron asegurar sus apoyos sociales, y mantener a un gobierno que se supo vender como el más cercano a los más pobres, y no le importó perder al INAI, al INE, y demás Órganos Constitucionales Autónomos, que no hicieron, tampoco, lo suficiente para que la población los sintiera útiles, de su lado.

Sin nunca haber podido terminar con los abusos y las corruptelas del poder, en 20 años de incipiente consolidación democrática, ahora tenemos nuevas reglas, que jugarán a favor de un gobierno cercano al absolutismo, y que prohijará muchos excesos, que también habrá que denunciar y combatir empezando otra vez de cero.

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