De la terapia de pareja, al debate hay un sólo paso
Hoy es el segundo debate que organiza el Instituto Nacional Electoral con los tres contendientes a la presidencia de la República, el más alto honor en el servicio público de este nuestro adorado, humilde y resquebrajado país. Así como nos ven (o nos vemos), hasta ejemplo somos por otros lares de que dos mujeres, sí, dos mujeres, estén contendiendo y que seguramente (basta ver al otro candidato bailar) sea cualquiera de las dos quien se ponga la banda presidencial en cuanto pase el presente alboroto. Yo, trato de hacer poco caso a las campañas, me parecen proporcionalmente tan chistosas como vacías y tanto más deprimentes. Algún discurso por ahí me conmueve pero reconozco que ante las palabras bonitas y bien puestas, caigo pero como si me viniera persiguiendo un cupido social totalmente sosegada por la elocuencia. Sigo por ahí un par de cuentas en “X” en las que se exhiben videos de lo más inverosímiles que usted haya podido imaginar, el límite de lo que un candidato a cualquier hueso que se atraviese, haya podido ya hacer, ha sido totalmente pasado y borrado y vuelto a inventar y vuelto a borrar, y le voy a decir qué, en ellos -en los videos- hasta encuentro un antidepresivo natural porque las carcajadas que me han propiciado no las había tenido hace meses. Luego viene el bajón, pero ese, según yo, ya lo sabemos manejar, personalmente y como país.
Ahora en estas épocas ya veo a las candidatas siempre muy monas y bañadas, con su pestañita postiza, maquillaje en su lugar: en el caso de Claudia, atuendo tipo Barbie 4T o Barbie lideresa obrera, bien planchadito, su coleta de caballo relamidita y zapatito cómodo pero de buen ver, sencillo. Xóchitl, en cambio, porta con orgullo el traje típico de sus orígenes, tanto como lo hacen la mayoría de las señoras blancas cuando se dan la vuelta y el baño de pueblo indígena a nuestras regiones más olvidadas y regresan con recuerditos hechos por niños de la calle para ofrecerlos como souvenir a sus nietos y amigas en el Club. De Máynez, casi nada qué decir, todavía me parece confusa su cara, como que tengo que hacer el esfuerzo de acordarme de él, pero ojo, ya como defecto profesional, me pareció inolvidable su poco temor al ridículo que tiene al bailar en vivo su “jingle” que es por demás penoso así totalmente desenvuelto y marcando los pasos como tío en boda entusiasmado por el “YMCA”, ahí sí que me siento identificada.
Ahora sí ya entrando en materia. Lo del debate me encanta, me parece un experimento muy parecido como el de televisar una terapia de pareja. Falta poco para que esas cosas empiecen a pasar, o creo que de algo así van algunos “reality shows”, y pues el morbo es canijísimo y siempre terminamos, o por lo menos yo, con botana y buen trago analizando, descifrando, tratando de no irme con la finta de alguna frase bonita y bien puesta o algún madrazo bien dado. En lo que nos falla esta terapia de pareja -con disculpa de Máynez que casi ni lo necesitamos en la pantalla-, es un mediador como haría el analista. Las preguntas y los encontronazos se dan nomás a la brava sin que haya quien contenga, quien de el dato duro, quien recuerde con precisión. Y sé que no es chamba de los mediadores, lo sé bien, pero bueno, esa es mi opinión. Son puras acusaciones y puras promesas, así, señoras candidatas, no gana nadie un debate, nomás alebrestan a la opinión pública y hasta nos pierden un poco. Yo como ciudadana de a pie, pediría no los “qué”, sino los “cuándo”, los “cómo”, porque de a tiro, todavía no encuentro por quien votar y me vuelvo a inclinar hacia mi comodísimo lugar del voto nulo. Espero que hoy, nos vaya tantito mejor. Botana lista y oreja bien parada. Qué comience la función, perdón, el debate.
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