Ideas

De la reina, Bacon y la justicia

Las pomposas ceremonias con motivo de la muerte de la reina Isabel II y el nuevo rey Carlos III, nos recuerdan cuántas tradiciones y formas litúrgicas del poder público provienen de allá. El empirismo, la cultura científica, la democracia representativa y el sistema de justicia, son algunos de estos legados que aún perviven en las naciones occidentales. Quizá por eso existe tal fascinación por ver estas ceremonias llenas de símbolos políticos y religiosos. 

Con ese motivo vale la pena recordar a uno de los padres del pensamiento empirista que vivió inmerso en el mundo de la realeza: Sir Francis Bacon, quién en 1618 participaba en La capital del reino de una ceremonia, en el Gray´s Inn, una sociedad de abogados, banqueros y políticos en pleno centro de Londres. Era entonces un día de la Candelaria, cuando se celebraba un brindis tradicional que serviría para celebrar que uno de sus miembros, días antes había llegado a culminar su carrera política y jurídica al ser designado Lord Chancellor. 

Coincidía con el festival de Portpool que se extendía por tres meses después de la Navidad en donde había obras de teatro, música y diversos brindis. Era una noche en donde para dejar la formalidad fuera de los muros tradicionales del colegio y Sir Francis Bacon era ya Lord Keeper, había preparado un texto de elogio a la reina que pronunció en la parte solemne de la celebración. Ponderaba  la piedad de la monarca por sus acciones y su apego a la oración sistemática y sobre todo en la lectura de las Escrituras y el conocimiento de los textos de Agustín. Su gloría fue exaltada al recordar el triunfo de la Armada Imperial sobre los españoles en 1588. Y su inmortalidad por sus virtudes para gobernar. Ahí surgió el recuerdo perdurable de honrar la memoria piadosa, gloriosa e inmortal de la difunta patrona. 

Tal cual sucede ahora con los rituales que se escuchan y transmiten por internet.

El Gray´s Inn desde entonces es símbolo de un espacio selecto de estudios y desarrollo para los abogados en Inglaterra, cuya historia se remonta a una casa solariega cercana al mercado junto al lago, de donde proviene el nombre de portpoole. 

La convivencia de magistrados, jueces, abogados y jóvenes que se convierten en auxiliares del aparato de justicia formaba un sistema virtuoso que desde aquella época probó sus bondades. 

Francis, un hombre culto criado en la alta aristocracia gustaba de los festejos, estaba feliz sentado a la mesa con sus mejores amigos ante quienes comenzó a exponer sus ideas respecto a la práctica judicial. Se le escuchaba con atención a pesar de que los licores habían corrido varias veces por las mismas copas y decía:

“Los Jueces deben recordar que su oficio es jus dicere, y no jus dare;- afirmó con voz grave, para atraer la atención de algunos que de la mesa contigua escuchaban discretamente, les invitó a que se incorporaran.

“Su deber es interpretar la ley, y no hacer la ley, o pretender dar la ley. Si no, sería como la autoridad reivindicada por la Iglesia de Roma, que bajo el pretexto de exponer el contenido de las Escrituras no se constriñe y añade cosas para pronunciar lo que no se encuentra escrito. Los jueces deben ser más eruditos que ingeniosos, más reverentes que plausibles, y más propensos a ser aconsejados que confiados en sí mismos. Por encima de todo, la integridad es su virtud propia. Nada es más trágico que la sentencia de un alma injustamente porque duele aún más que muchos malos ejemplos. Porque éstos sólo corrompen el arroyo, lo otro corrompe la misma fuente. Como dice el mismo Salomón: Un justo que cae ante el malvado es como una fuente turbulenta o un manantial corrupto. El oficio de los jueces debe tener como referencia a las partes que demandan, a los abogados que procuran, a los secretarios y ministros de justicia que están debajo de ellos, y al soberano o estado que está por encima de ellos”. 

Aquellas palabras pronunciadas resuenan oportunas ahora cuando vivimos una crisis de justicia y seguridad. Habrá que ponderar y respaldar la actuación de los jueces porque constituyen pieza fundamental de la estabilidad social. La liturgia que vemos ahora tiene un mensaje: todo el aparato de la liturgia y símbolos del poder está sometido a la Constitución. Así que más allá de las diferencias el respeto al orden constitucional es la piedra angular de la estabilidad de la nación. Los jueces son responsables en gran medida de cuidar que ese orden se mantenga, y por eso hay que respaldar sus tareas.

luisernestosalomon@gmail.com

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