De gira por el infierno
El presidente anunció que esta semana viene a Jalisco, al igual que a Guanajuato y Colima, tres de los estados más complicados en materia de seguridad. En Guanajuato está la batalla contra “El Marro” y su cártel de Santa Rosa, los reyes del huachicol, ese delito que dicen que ya se acabó, pero que sigue manteniendo fuertísimo a un grupo criminal (misterios de la Cuarta Transformación). En Jalisco es la presencia del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y su líder Nemesio Oseguera, “El Mencho”, que le acaba de declarar la guerra al Estado mexicano con el atentado al secretario de Seguridad de la Ciudad de México, Omar García Harfuch. Colima es el punto de colisión entre el CJNG y los grupos de Michoacán, que aunado a la batalla por el control del Puerto de Manzanillo lo han convertido en el estado con mayor número de asesinatos por cada cien mil habitantes en el país.
Además de la terrible violencia, los tres estados comparten otra condición política: están gobernados por partidos diferentes al del presidente. Guanajuato es el estado panista por excelencia, donde ha gobernado 30 años ininterrumpidamente. En Colima gobierna el PRI, que nunca ha perdido una elección, aunque muchas de ellas muy cuestionadas y hasta repetidas. Y Jalisco es el bastión de MC, con el gobernador Enrique Alfaro queriendo convertirse en la cabeza de la oposición a López Obrador.
Subir el nivel de politización en la agenda de seguridad es lo peor que nos puede pasar a los ciudadanos
Sin la presencia del secretario de Seguridad Ciudadana, Alfonso Durazo, quien anunció que estará fuera de circulación esta semana, la gira promete ser candente por lo que significa políticamente la agenda de seguridad en la región Occidente del país. Los gobernadores se quejan de que la Guardia Nacional no se moja, no está haciendo un trabajo de contención, sino sólo de disuasión. El Gobierno federal por su parte se queja de que los gobernadores se hacen ojo de hormiga frente al crimen organizado por tratarse de delitos del fuero federal, ignorando que los problemas se dan en sus territorios y con complicidad de autoridades estatales y municipales.
Subir el nivel de politización en la agenda de seguridad es lo peor que nos puede pasar a los ciudadanos en este momento. Queda la esperanza de que prive la cordura de ambas partes, pero la probabilidad de que el resultado sea una instrumentación política de la agenda de seguridad es enorme. El tono, como siempre, lo pondrá el presidente y los gobernadores cantarán la melodía que les toquen. Si el presidente usa el problema de seguridad para el golpeteo, habrá golpes. Si lo usa para generar reconciliación con los gobernadores y no para repartir culpas, será otra cosa. Me temo que de poco servirá para mejorar la seguridad, porque el problema es mucho más complejo y no se resuelve con una visita, pero sí será una señal para que los diferentes mandos trabajen en conjunto.
(diego.petersen@informador.com.mx)