De épocas oscuras, pataleos y lacayos
Con su ya tradicional machismo político, el gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, arremetió otra vez contra el grupo Universidad de Guadalajara. Cito, para no traicionar sus palabras: “Al señor Raúl Padilla y sus lacayos, de una vez les digo que la época oscura en que manipularon a las instituciones, sometieron a los gobiernos para lucrar y hacer negocios personales, se acabó en Jalisco. Pueden patalear, hacer lo que quieran, pero esa etapa se acabó, no va a regresar”.
Así, a bote pronto, habrá quien incluso considere como valiente la actitud del gobernador, pero vale la pena, sólo por no dejar, hacer una pregunta: ¿cómo explica Enrique Alfaro a sus electores la alianza que hizo con el detestable Grupo Universidad para ganar la elección a gobernador en 2018 y en Tlajomulco en 2009? Cuando en 2010 rompió por primer vez el grupo y “liberó” a Tlajomulco del “yugo de Raúl Padilla” (sic) parecía serio. Pero cuando unos años después vuelve a aliarse con ellos, al grado de convertir a Tonatiuh Bravo, el más destacado parlamentario del grupo, en el coordinador nacional de los diputados de MC, se vuelven poco creíbles las bravuconadas del gobernador. Dicho de otra manera: ¿haber puesto al frente de la bancada naranja a un “lacayo” de Raúl Padilla lo convierte también a él en “lacayo”?
¿Cómo explica Enrique Alfaro a sus electores la alianza que hizo con el detestable Grupo Universidad para ganar la elección a gobernador en 2018 y en Tlajomulco en 2009?
A la Universidad de Guadalajara, lo hemos dicho muchos desde hace mucho, le urge evolucionar hacia procesos internos más abiertos. El liderazgo de Raúl Padilla ha sido fundamental para el desarrollo de la Universidad y al mismo tiempo un lastre para los procesos democráticos y la transparencia de las decisiones que la comunidad merece. Pero, con todos sus defectos, la era Padilla está lejos de ser la época más oscura de la universidad.
No es con pataleos y declaraciones tronantes como un gobernador, quien sea, va a cambiar el sistema de poder de la Universidad de Guadalajara (no lo lograron Ramírez Acuña ni Emilio González Márquez). Eso que Enrique Alfaro dice que ya se acabó, cualquier cosa que él sepa o se imagine que pase, está intacto. 140 millones más o menos no trastocan la estructura de poder de la universidad, sólo retrasan un proyecto importantísimo para la ciudad, lo cual para Jalisco es cualquier cosa menos un logro.
Abrir la universidad, democratizar su vida interna, ventilar la casa tras un largo periodo de concentración de poder en una sola persona y una expresión política es un proceso necesario. pero que requiere tiempo, inteligencia política y sobre todo acuerdos para cambiar la gobernanza universitaria sin trastocar el servicio educativo.
diego.petersen@informador.com.mx