Ideas

*De dos, dos...

El partido del viernes ante Uruguay, en Houston, debía perderse… y se perdió. Ni hablar.

El de anoche ante Estados Unidos, en Nashville, debía ganarse… y también se perdió.
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Lo más fácil sería refugiarse en el argumento de que ambos eran encuentros “amistosos”; intrascendentes, por lo tanto, también sería muy fácil decir que en ese tipo de partidos, el resultado es lo menos importante…

Sin embargo, si del partido ante los charrúas, al margen de que la derrota se escribió con cifras que confirmaron la notoria diferencia de jerarquías entre los rivales, se derivaron aspectos positivos en el comportamiento del seleccionado mexicano, en el de anoche, independientemente del traspiés y de los atenuantes que pudieran esgrimirse, es de elemental honestidad, en ejercicio de la autocrítica, dejar sentado que el “Tri” quedó a deber…
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Para explicar la derrota, queda a la medida el pretexto de que el gol con que se escribió la historia llegó cinco minutos después de que México se quedó disminuido en la cancha por la expulsión de Zaldívar; una expulsión que bien podría tildarse de rigorista, porque el atacante mexicano pisó accidentalmente el balón, y al caer en forma descontrolada se llevó a un rival en las espuelas.

En cambio, no hay pretexto que valga para justificar la total inoperancia del “Tri” en el primer tiempo… En ese lapso fue dueño absoluto de campo y pelota. Sin embargo, como en algunos de sus peores momentos en ciclos relativamente recientes -los de Chepo de la Torre y Juan Carlos Osorio, para más señas-, el retrato hablado del desempeño futbolístico del equipo mexicano puede condensarse en seis palabras: mucha circulación, escasa penetración, nula definición.
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Cuando las condiciones parecían propicias para que “Tuca” Ferreti hiciera los cambios que propiciaran la creatividad y generaran acciones ofensivas más nítidas y más frecuentes, al efecto de ganar un partido-valga la insistencia- que debía ganarse y que evidentemente podía ganarse, el técnico interino optó por dar un voto de confianza a los mismos hombres…

Paradójicamente, con los mismos hombres, el equipo se desdibujó. Propició que el adversario, sin piezas de recambio que le dieran otra fisonomía, tomara la iniciativa, se adueñara de cancha y pelota, y concretara -lo que México no supo hacer- uno de los pocos ataques que generó.

Al “Tri”, al final de cuentas, le faltó… lo que al carrizo.

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