Ideas

De cotidianidades y asuntos del mundo real

Me cortaron, otra vez, la luz. Es que la vida práctica siempre me ha costado un poco de trabajo, la organización de papeles importantes me parece una de las cosas más admirables que hace un ser humano. He convivido con gente a mi alrededor que podría dar clases de eso, luego me pregunto por qué no hay una materia que sea sobre algo así y aunque dudo mucho que la hubiera escogido, me habría servido un montón. Yo creo que debe de haber por ahí algún tutorial pero tampoco me veo sentada frente al YouTube media hora (ojalá) viendo cómo organizar por tema y por importancia los papeles. Ya me sugirieron -como no queriendo la cosa-, que vea un documental del orden en las casas que se hizo famoso hace años protagonizado por una japonesa, pero yo lo que pasa es que ordenada soy, en lo que me parece fundamental. Tengo la escenografía que se usó hace unos meses en el closet de blancos, los blancos en otro espacio, las cosas de la jardinería en una bodega, zapatillas de punta por toda la casa en caso que las tiente y vea que todavía sirven de algo y las regrese conmigo al estudio. 

Digo, claridad sobre mis prioridades en torno a mis objetos no se preocupe, está. Nomás los trámites y la burocracia me cuestan la vida, nunca me han parecido demasiado trascendentales y ahí es donde la puerca torció el rabo, porque en este mundo de adultos o real, lo son. 

Las contraseñas, qué infierno, no sé de qué tengo cuentas ni cuántas contraseñas distintas haya podido inventar. Inventar contraseñas me gusta, implican creatividad, que si la mascota de la infancia, que si un ídolo personal, que si los caracteres les ponemos números y luego un signo de interrogación pa’ que amarre; olvidarme de ellas es mi pasión. Estas pequeñas llavecitas modernas dan acceso a la tienda fulana, a la cuenta sutana, a la plataforma donde vemos cine y yo me olvido de todas, no tengo la menor idea de cuál usé ni para qué con tanta rimbombancia. Tuve que recurrir a la persona de más confianza e irle actualizando sobre una y otra porque dicen que no es seguro que las guarde en el teléfono. Ya sabemos, los de mi generación, que los teléfonos no son seguros. Tenemos codificados los nombres de nuestros familiares porque cuando nos dieron uso de telefonía móvil, corría el sexenio del secuestro o el sexenio de Calderón y nos traían aleccionados por todos lados que no pusiéramos el nombre de “mamá” o “papá” a nuestros contactos. Como si los secuestradores, si quisieran, no tuvieran ya el nombre de nuestros difuntos bisabuelos.

Al mundo real, he descubierto que tengo que aterrizar poco, me duele demasiado. Quizá no sea todo el mundo real, pero por ahora México, Jalisco, me son dolorosísimos. Llevo semanas con la mente ocupada en otras cosas, pensando en qué voy a montar para el verano, en qué nuevo libro me voy a esconder, a qué mundo, a qué tipo de respiración y éxtasis me llevará tal o cual sinfonía, escucho canciones que me propongo cantar por una semana como si hubiera yo salido del mismísimo conservatorio, juego entre niños para volver a ser una. Pero de que llegue o no llegue el recibo de la luz, no me entero.

De lo que me entero, para mal mío, aun poniendo límites sobre lo que leo o escucho de prensa y radio es -generalmente- devastador. Ya me sugirieron que debería de revisar por qué me duelen tanto las cosas o por qué las gozo tanto. Honestamente, no lo voy a hacer, esta es mi humanidad con todo y corte de CFE.

El lunes levantaron a Jaime Barrera. No lo secuestraron (como bien dijo el gobernador), porque a nadie pidieron rescate, no fue un intento de homicidio porque no nos hagamos, de haber sido así, estaríamos hablando de otra tragedia. No fue un robo y también tiene cierta razón el 01 porque no se robaron nada. Pero que no reconozca y siembre la duda de que no fue lo que fue, me parece una aberración. Los levantones en este estado ocurren todos los días, unos, por quién sabe qué circunstancias se resuelven siendo las víctimas liberadas y no necesariamente rescatadas, las otras, las más trágicas, ya sabemos en qué acaban. Que el caso tiene cabos sueltos, corre el radio pasillo desde que Alfaro sembró la duda. Y cuál no, cuál caso está resuelto, que nos digan, que se lo hagan saber a los familiares de todos los miles de desaparecidos. Otra vez, la víctima termina siendo juzgada e incriminada.

Del mundo real, otra vez, quiero volver a saber poco. Lo mínimo que me gustaría escuchar del gobernador y también del Presidente es que se solidaricen con las víctimas. Me habría encantado que asistieran a la manifestación del martes en la que vi un gremio, al periodístico, y a algunos activistas, completamente en sintonía, hartos de que les vean y traten en menos. Sean serios, sean más empáticos, sean menos megalómanos, sean mejores gobernantes. Yo, prometo ir corriendo a pagar la luz.

argeliagf@informador.com.mx • @argelinapanyvina

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