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De cómo Guadalajara fue la avanzada del Occidente mundial

Para JVS, en el 58 aniversario

¿Guadalajara conservadora y retardataria? Falso, es un tópico de los desinformados o de quienes asumen dañinos complejos de inferioridad frente a la historia. Guadalajara supo ser por siglos la avanzada poniente en el proceso civilizatorio posterior al descubrimiento de América por los españoles. Recordemos que los terrenos de lo que sería el Reino de la Nueva Galicia consistían en vastos espacios despoblados, con una rala presencia indígena, más bien nómada (quienes no obstante dejaron algunos testimonios de su cultura). De allí que el emplazamiento, la instauración de Guadalajara como ciudad capital del nuevo reino marcara un jalón definitivo en el desarrollo de todo el Occidente del país y, también y muy señaladamente, en la expansión mundial de la civilización europea hacia el poniente.

Guadalajara a través de los siglos fue esa avanzada desde la que se emprendió la colonización y la evangelización de la Alta California y la Pimería. Y por San Blas y el Océano Pacífico hasta las Islas Filipinas y más allá.

Esta esencialidad de ciudad de frontera decantó a través del tiempo una cultura local que siempre aspiró a una universalidad bien temperada, impulsada hacia una cierta modestia derivada de un entorno más bien parco y de recursos limitados. Esto no impidió que la inteligencia local no fuera capaz de establecer un determinado equilibrio frente al influjo de México, la capital de otro reino, el de la Nueva España. Así, a lo largo de los tiempos Guadalajara supo constituir una cultura sólida y también con cumplidas aspiraciones a un cosmopolitismo que no necesariamente pasaba por la ciudad de México. De allí la abundancia y significación de artistas, escritores, científicos e intelectuales que supieron aportar una recia identidad que enriqueció a todo el país.

Un hito geográfico determinó la posición de esta avanzada de la civilización occidental: la Barranca del Río Grande de Santiago, nuestra Barranca de Oblatos. Fue un límite, una defensa, un hinterland de gran importancia ecológica y ambiental. Y perdura hasta el día de hoy y le confiere a Guadalajara un inapreciable recurso natural, difícilmente equiparable en cualquier ciudad.

Está pendiente al día de hoy una relación equilibrada y sensata con la barranca, muchas veces descuidada y poco aprovechada, y con el todavía dolorosamente envenenado Río Santiago. La gráfica que ilustra esta columna es más que elocuente. La ciudad termina, abrupta y afortunadamente, al puro filo del enorme cañón. Alguna vez ciertos promotores plantearon la construcción de puentes para urbanizar el lado opuesto de la barranca. Afortunadamente no prosperó semejante disparate: a Guadalajara no le hace ninguna falta mancillar esos preciosos territorios, y en el seno de la Zona Metropolitana existe todo lo necesario para el actual y el futuro crecimiento urbano.

La Barranca de Oblatos es un inconmensurable recurso natural, es la marca de nacimiento de la segunda ciudad del país, es una fuente inagotable de reflexiones. Y es un prodigio cuando se conoce: los tapatíos de hoy debieran asumir plenamente tal patrimonio natural.

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