Cuatro mujeres y un niño
Parece ser que un peligro muy grave corrieron los reyes de España en su reciente visita a la Casa Blanca de Estados Unidos, tanto así que el itinerario previsto para ellos tuvo que ser alterado intempestivamente para evitar que se enfrentaran con él.
De hecho, se vieron precisados a escapar por la puerta de atrás del Banco Mundial, indigna de su estirpe tan alta y del valor característico de los célebres hidalgos españoles.
De tal tesitura es aquel bravo maratonista de Londres, español claro, que al ver a una niña de 10 años con una bandera independentista catalana con que esperaba a su padre para alentarlo, en un acto de arrojo le escupió en plena cara y enseguida se perdió dentro del pelotón para que no lo vieran.
O aquel policía nacional “7U261” que el 1 de octubre pasado estuvo frente a mí, mirándonos fijamente durante un buen rato, en la puerta de una escuela de Girona que, con sus valientes compañeros, estaba a punto de tomar por asalto para robarse unas urnas… Cuando sonó el silbato que ordenaba el ataque, enarbolando su garrote, prefirió agredir a una sexagenaria de metro y medio de estatura que estaba a mi lado…
En este caso reciente, en Washington, el peligroso contingente que prefirieron soslayar de manera tan indigna estaba formado por cuatro señoras y un niño… y un letrero que pedía la libertad de los presos políticos catalanes, injustamente encarcelados pasando por encima de los más elementales derechos humanos.
Se habían situado, eso sí, en un lugar estratégico donde la luz del Sol beneficiaría las fotos de sus majestades y, por lo tanto, estaba lleno de fotógrafos. Pero estos al final tampoco fueron. ¡Lástima! Nos perdimos de buenas imágenes de tan ilustres personajes.
A cambio los guaruras reales se hicieron presentes y trataron a las damas con gestos amenazadores.
Quien también hizo su aparición inesperada fue un arrojado súbdito de la altiva Gachupitlan, enchufado temporalmente en la nómina de dicho banco que salió a fumar y en un acto de arrojo inusitado, acompañándolo de unos insultos y golpes, le tiró el cigarrillo prendido a la cara a una de las “peligrosas” manifestantes y corrió valientemente a esconderse en el interior del edificio, tapándose el rostro para que no supieran quien era.
Lástima que ya lo localizaron. Se llama Nicolás de León de María.
Poco después, mientras todo el mundo civilizado repudiaba a Donald Trump, el dicho monarca se entrevistaba con él, lo invitaba a visitar España y le hacía la barba a más no poder.
Por su parte, según comunicado oficial, Doña Letizia, muy conocida en Guadalajara de cuando trabajó en el extinto periódico tapatío Siglo 21, dialogaba con Doña Melania Trump sobre la forma de “impactar positivamente en los niños”. Suponemos que tenían en mente a los miles que han sido separados por la fuerza de sus padres y encerrados en campos de concentración de Estados Unidos.
(jm@pgc-sa.com)