Ideas

Cuarteles de invierno

Por Mauricio Giaconía

Hace casi 30 años, en el verano boreal de 1988, los Juegos Olímpicos dieron un vuelco notorio cuando la sede que los albergó, Seúl, capital de Corea del Sur, se convirtió en la segunda ciudad asiática en tener tal privilegio luego de Tokio, que había sido la casa de los Juegos en 1964.

Seúl quedó grabada en la historia por ese hecho. Rápidamente, desde entonces, cada vez que en occidente se escucha su nombre, la memoria resetea el pasado reciente y se instala en aquel momento, cuando casi por primera vez una ciudad que no era de las grandes capitales del mundo, o a menos, ciudades de potencias mundiales (como Los Ángeles, Melbourne o Montreal) obtenía el privilegio de ser, durante 17 días, el centro del mundo.

Uno de los enormes logros de esos Juegos fue la conjunta participación de Estados Unidos y de la Unión Soviética, tras los mutuos boicots hechos en Moscú 1980 y en Los Ángeles 1984. Sin embargo, Seúl, tal como se esperaba, no pudo evitar el boicot de Corea del Norte, que declinó participar, así como sus aliados Cuba, Etiopía y Albania.

Los Juegos Olímpicos de Invierno no han alcanzado, en su casi centenaria historia, la repercusión de los de verano. El viernes de la próxima semana comenzará la 23° edición, esta vez, en Pyeongchang, un pequeño condado de apenas 40 mil habitantes, ubicado a 126 km al este de Seúl.

Nuevamente, una ciudad de Corea del Sur volverá a ser la cara del mundo. Ya nos enfocaremos en el desarrollo de la actividad deportiva, en las características especiales que tienen las 15 disciplinas que integran el programa olímpico, en el casi centenar de Comités Olímpicos Nacionales que presentarán sus delegaciones (México participará con cuatro atletas), entre otros riquísimos detalles.

Pyeongchang había fallado en los dos intentos previos a manos de Vancouver, en 2010, y de Sochi, en 2014. Pero cuando en 2011, en Durban, Sudáfrica, se definió la suerte de la sede de este año, nuevamente la ciudad surcoreana fue finalista, y esa vez se impuso sobre Munich por 63 votos a 25.

Esta primera aproximación a Pyeongchang 2018 estará centrada en dos detalles específicos que, inevitablemente, darán marco a los Juegos.

Luego del final de la Segunda Guerra Mundial, Corea, que hasta entonces era una colonia japonesa, logró su independencia tras la aniquilación sufrida por Japón, pero no se liberó del incipiente juego político que comenzó a darse en el contexto mundial, y la hasta entonces Corea unificada se dividió entre la del Sur, apoyada por el capitalismo estadounidense, y la del Norte, sostenida por la influencia comunista de la ahora extinta Unión Soviética. Luego de tres años de conflicto armado, en 1953 el armisticio acordado entre las dos partes puso fin a la contienda pero también dejó dividida a Corea hasta nuestros días.

El deporte se encargará, una vez más, de intentar poner en cauce normal las consecuencias del conflicto.

Luego de despejarse la incertidumbre sobre si Corea del Norte sería parte de la competencia, las dos Coreas desfilarán bajo una misma bandera unificada en la ceremonia de apertura, competirán en hockey femenino sobre hielo y, en territorio norcoreano, los equipos de esquí se entrenarán juntos y realizarán un evento cultural.

No será la primera vez. Ya lo hicieron en el Mundial de tenis de mesa de Japón 1991(las mujeres fueron campeonas) y en el Mundial masculino Sub 20 de futbol de ese mismo año, en Portugal. Además, en los Juegos de Invierno de Turín 2006 y en los de Verano de Sídney 2000 y de Atenas 2004 desfilaron juntas, pero no compitieron unidas en ningún deporte.

Pero al ser la sede una de las partes involucradas en el conflicto, esta participación conjunta asoma como la de más alto impacto de todas las que se han señalado.

El otro hecho no deja de ser menos conmovedor. El Comité Olímpico Internacional (COI) expulsó, por dopaje, al equipo ruso y será la primera vez que toda una delegación se queda afuera de Juegos Olímpicos por un sanción conjunta.

En diciembre del año pasado, el COI dictaminó que durante los juegos de Sochi 2014, Rusia permitió el dopaje sistemático de varios deportistas para luego, con la ayuda del FSB (Servicio Federal de Seguridad, un símil actual de la KGB), sustituir las muestras en laboratorios de Moscú o de Sochi, todo esto, a decir del COI, impulsado o conocido por el presidente Vladimir Putin, con el objetivo de volver a instalar, política y deportivamente, a Rusia en el contexto internacional.

En Pyeongchang, no habrá dirigentes, médicos ni entrenadores rusos, pero aquellos atletas que pudieron demostrar su inocencia y la limpieza durante competencias anteriores, lo harán bajo la bandera de OAR (Olympics Athletes from Russia) y si en alguna de las competencias resultan ganadores no sonará el himno ruso, sino el himno olímpico.

Esta decisión, ya había tenido un antecedente drástico: todo el equipo ruso de atletismo fue vetado para participar en los Juegos Olímpicos de Río 2016 por decisión de la Federación Internacional de Atletismo (IAFF), medida que acompañó el COI y que se mantiene vigente.

En la decisión del año pasado y por la misma razón, el COI expulsó de por vida a Vitali Mutko, ministro ruso de deportes. Su nombre no dirá mucho, a menos que se acote al margen que Mutko era también el presidente del Comité Organizador de Rusia 2018, cargo al que renunció el 24 de diciembre, a menos de seis meses del comienzo del Mundial de futbol.

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