Cuarentena
Pocas noticias pueden ser tan alentadoras como la liberación de una persona cautiva. Realmente vemos pocos casos así, esta vez fueron siete miembros de una misma familia los que estuvieron privados de su libertad por 40 días luego del enfrentamiento el pasado 8 de diciembre entre pobladores y miembros de un grupo delictivo en Texcaltitlán, Estado de México. Una cuarentena de terror.
La noticia de cómo una población le hizo frente a la extorsión de un grupo delictivo por el famoso “derecho de piso” captó los titulares de todo el país. En medio de una cancha de futbol en Texcapilla, a plena luz del día, se enfrentaron un comando y habitantes de la localidad apenas armados -algunos ni siquiera eso-; el resultado fue una masacre en la que nadie ganó: 14 muertos, siete heridos y 14 desaparecidos.
La reflexión vino después, luego de tapar el pozo, con el recuento de los daños, las familias rotas y el miedo en cada esquina. Las calles ahora están invadidas de seguridad del Estado, del Ejército y la Guardia Nacional. Todos abriendo muy bien los ojos para que no vuelva a pasar. Pero en este país de casi dos millones de kilómetros cuadrados de territorio no hay elementos suficientes para resguardar la integridad de los mexicanos, tampoco hay hilo que alcance para zurcir este tejido social desgarrado, porque este pozo sigue abierto.
Una llamada anónima notificó la ubicación de la familia: tres mujeres adultas de 36, 23 y 19 años fueron encontradas junto a cuatro menores de 14, 13, cuatro y un año, todos parte de la familia Huicochea; fueron liberados el pasado 16 de enero en aparente buen estado de salud, pero quedan pendientes otros siete hombres cautivos tras el enfrentamiento, dos de ellos también parte del grupo.
No tengo idea cuánto tiempo le tomará a Texcaltitlán recuperarse, aunque los habitantes de Texcapilla siguen sufriendo las consecuencias de sus actos, un día decidieron enfrentar el miedo a los grupos delictivos que las autoridades no pudieron detener; ellos lo lograron, al menos por ahora, pero no es posible que cada comunidad tenga sus propios grupos para combatir al crimen, eso hará que regresen las guerras civiles y el país se convierta en tierra de nadie.
Para otros, el miedo significa otra cosa. Significa perder a un ser querido, o dedicar la vida entera para encontrarlo, como le sucedió a Lorenza Cano, una de las madres buscadoras del colectivo “Salamanca unidos buscando desaparecidos”. Lore, como le llamaban sus compañeras, fue raptada de su domicilio por un comando el pasado 15 de enero. En el allanamiento a su casa fueron asesinados su hijo y su esposo. Así, en unos instantes, Lorenza vio rota su vida ya de por sí fracturada, pues su historia en el colectivo data de 2018, cuando se unió junto a su hija Laura, para tratar de encontrar a su hermano José Francisco.
Nada costaba haber acabado con la familia entera en ese instante, pero no, la intención no era acabar con una familia, era generar miedo. En la comunidad, en el colectivo, en el Estado, en el país. El negocio del miedo parece ser una variante rentable de los grupos delictivos. Así como en Guadalajara tenemos un monumento en el cruce de Chapultepec y Niños Héroes que cambió su identidad para visibilizar el problema de los desaparecidos, en Salamanca, Guanajuato, frente a la presidencia municipal, permanecen dos árboles frondosos en los que, como si fueran frutos, cuelgan las fotografías plastificadas de personas desaparecidas y víctimas de homicidio doloso en espera de justicia. Cuatro de los miembros de la familia de Lorenza se encuentran en ellos y ahora Laura espera encontrar no sólo a su tío sino también a su madre.
¿Algún día dejaremos de ser el país de los desaparecidos, de las fosas clandestinas y de la crisis forense? Ojalá. Seguimos hablando de que cada sexenio es peor que el otro, de que llevamos más de 100 mil desaparecidos en el país y cada día se suma alguno más. Números y números que dicen que vamos de mal en peor y ninguna idea radical para detenerlos. Por sexenios se ha vivido el mismo infierno. Los personajes han cambiado a lo largo de esta historia, los grupos criminales han evolucionado, pero el miedo sigue siendo el mismo, ¿cuánto más durará esta cuarentena?