Cuando el fiscal, y no la justicia, es el protagonista
El Fiscal General de la República es el protagonista desde hace una semana en espacios mediáticos y redes sociales. Que tal cosa ocurra no significa -más bien casi descarta- que la justicia en México haya avanzado.
Alejandro Gertz Manero no rehúye las tempestades. Un ánimo de esa naturaleza, un temperamento recio, parecería ideal en un puesto como el que le confió el presidente López Obrador. Pero el carácter debe servir para realizar la función, no para ganar reflectores por declaraciones tronantes o desplantes mediáticos. Al privilegiar lo segundo, el trabajo -procurar justicia en casos clave- queda relegado a un segundo plano.
Si la devolución del ex secretario de la Defensa a México fue parte de un acuerdo político bilateral -público y hasta presumido por el canciller Ebrard- al fiscal Gertz Manero le tocaba una sola chamba: investigar exhaustivamente los indicios que se le aportaron. Y si éstos eran malos o de plano irrisorios, exponer con solvencia que, habiendo ido al fondo del asunto, no había un caso qué perseguir. Si, caso contrario, había elementos, sustanciarlos para enjuiciar al militar.
En vez de lo anterior, Gertz Manero se quejó esta semana de que lo estuvieron presionando mediáticamente, y al tratar de justificar su absolución al general dijo que incluso en Estados Unidos se habían desistido. Como es público, en EU no se desistieron, sino que accedieron a la petición de México de enjuiciar acá al militar.
Como a todos, al general Cienfuegos debe respetársele su presunción de inocencia. Sin embargo, con el brusco carpetazo -el boletín a deshoras de la FGR, las enardecidas entrevistas del fiscal- se abona a la idea de que el ex secretario fue beneficiario de una decisión discrecional: paradójicamente le harán cargar una mancha.
Si Gertz Manero hubiera optado por transparentar partes del expediente que dan fe de un trabajo puntual del que solo se derivaba la falsedad de las imputaciones de la DEA al militar, entonces habría menos espacio a la especulación y la suspicacia.
En vez de ello, tuvimos un boletín escueto, un expediente pletórico de tachones y las declaraciones del fiscal a la radio en donde se habló de casi todo menos de la debilidad de las intervenciones telefónicas entre dos narcos, recogidas por los estadounidenses, contra el ex secretario.
Gertz se convirtió en el tema y no la justicia. Días después de ello, el portal Animal Político ha dado a conocer que los mimos de la Fiscalía General de la República hacia el ex director de Petróleos Mexicanos, Emilio Lozoya, siguen: perseguirán a los que éste ha acusado, mas no necesariamente al funcionario que huyó a Europa para evadirse de la justicia.
De nueva cuenta, la actuación de la Fiscalía genera más dudas que tranquilidad. Si bien la ley contempla beneficios para los delatores, los mecanismos del criterio de oportunidad no están exentos de reparación del daño. Por el camino que va, la FGR parece más orientada en seguir la agenda antipanista de López Obrador que a buscar que en el caso Odebrecht paguen todos los que recibieron sobornos: Lozoya a la cabeza de esos.
Y para rematar, filtraciones que difícilmente vendrían de otro lado que no fuera la FGR reabren mediáticamente el caso Ayotzinapa. Ojalá esa herida al fin vea que hay justicia, pero las portadas de Reforma parecen más motivadas para que se deje de hablar de AMLO y Cienfuegos, o de la pandemia misma, en cifras récord de decesos, que de encontrar a los culpables de los 43 desaparecidos.
Días y días de hablar de la Fiscalía, pero de justicia nada.