Cosío contra la app
Hace algunas semanas, Salvador Cosío cuestionó severamente la aplicación elaborada por el INE y retomada por el IEPC en Jalisco para recabar las firmas que los independientes requieren para estar en la boleta.
A diferencia de todos los que han cuestionado la medida, Cosío no lo hizo ante los medios (bueno, no inicialmente), sino ante un tribunal. El argumento del político es que la app debe ser un instrumento complementario, pero no puede excluir otras formas válidas de que los ciudadanos manifiesten su voluntad, pues eso viola sus garantías. ¿Por qué? Porque en algunos lugares la app no funciona, por lo que se cancela la posibilidad de expresar su apoyo a Cosío, a Kumamoto o a Vicente Fernández Jr, si les da la gana. El caso de Kumamoto en realidad es federal, pero se aplica la misma lógica.
Cosío tiene razón y el tribunal ya se la dio. Los consejeros electorales en Jalisco deberán emitir un nuevo acuerdo que permita el uso de otras formas para recabar el apoyo, aunque sólo en ciertos municipios.
El reto no es sencillo para los funcionarios del IEPC: no sólo porque Cosío seguirá dándoles lata con una nueva impugnación (él quiere que lo de buscar firmas en papel sirva tanto en la sierra como en el Centro de Guadalajara), sino porque deberán establecer un mecanismo que inhiba, igual que la aplicación digital, el mal uso de los datos de los electores.
Algo se les ocurrirá para facilitar el apoyo, sin abrir demasiado la puerta. Porque miren, Cosío es un hombre que ha navegado las aguas de la política desde hace mucho tiempo. Con cargo y sin él, la vida pública es su espacio, abona a la agenda pública y forma estructuras. No se le puede negar liderazgo en un sector.
Lo mismo —o algo parecido— puede decirse de Margarita Zavala, de Marichuy y de Kumamoto: tienen agenda, algo qué decir y ejercen influencia. Todos ellos deben tener la oportunidad de estar en la boleta; para ellos es para quienes se hizo la reforma.
Pero no todos los que aspiran a un cargo por la vía independiente pueden decir lo mismo. Para la Presidencia se anotaron casi 100. ¿Es un chiste? ¿Creen que se puede gobernar porque tienen muchos amigos? Al final quedaron 48 y, con las reglas, muy difícilmente llegarán dos a la boleta. Pero está bien: la vida pública no es un juego y aunque algunos de los que llegan a gobernar parecen subnormales, créanme, no lo son. Se requiere preparación en ese espacio, amplias redes (para eso son, generalmente, los partidos políticos) y mucho trabajo previo. La política requiere atención, colmillo y ayuda; el poder no es una yegua fácil de domar.
Por eso, qué bueno que haya filtros. Qué bueno que los candidatos requieran apoyo geográficamente distribuido (para la Presidencia necesitan al menos el 1% de 17 estados) y qué bueno que los casi 100 que se apuntaron para vivir en Los Pinos se van a quedar mirando.