Convencionalidad ideológica
Existen varias cuestiones que debemos aprender de las filosofías orientales. Dentro sus múltiples enseñanzas, podemos encontrar al filósofo Zhuangzi. Pupilo de Laozi y portador del pensamiento taoista, se estima que Zhuangzi vivió alrededor del siglo IV A. C. en China. Dentro de su obra, encontré un pasaje que moldeó mi perspectiva sobre el funcionamiento del ser humano. Este pasaje es sumamente corto, pero poderoso y sin duda alguna, es conveniente analizarlo.
La breve historia habla sobre Nanrong Zhu, quien visitó al sabio Laozi para buscar respuestas a sus problemas. Al verlo, Laozi le preguntó: “¿Por qué vienes con esta multitud?” Nanrong Zhu, sorprendido, volteó a su alrededor confirmando que no había ninguna persona. Laozi le comentó que la multitud a la que se refería no se trataba de personas, sino de las viejas ideas convencionales sobre el bien y el mal, la vida y la muerte que cargaba con él a todos lados.
Laozi consideraba que la convencionalidad ideológica encamina al estancamiento de la vida del ser humano. Sobra mencionar que la multitud a la que se refería Laozi es algo que todos cargamos en nuestras mentes en mayor o menor grado y termina siendo un peso interno que provoca, en muchos escenarios, un sufrimiento innecesario. Una de las enseñanzas de este pasaje es procurar el desarrollo de una mente más abierta y proactiva para mejorar nuestra realidad por medio de nuestros pensamientos. Con esto, podemos entender que nada es inherentemente “bueno” o “malo” sino que son nuestros pensamientos lo que lo hacen de tal manera. Laozi entendía que tu entorno es el resultado de tus pensamientos.
Es importante recordar que el ser humano nace, crece y se muere bajo un sistema heredado de creencias. Esto significa que nuestra percepción sobre lo que debe ser considerado como “bueno” o “malo” parte no de nuestro discernimiento, sino de la imitación. Si bien no tenemos un discernimiento lo suficientemente desarrollado a una temprana edad, esto va cambiando conforme vamos progresando en la vida. La cuestión es que en lugar de ir depurando este bagaje de ideas, las cargamos hasta el fin de nuestros días.
Es nuestra obligación enfocarnos en desarrollar una nutrición equilibrada y progresiva. Por “nutrición” me refiero a la alimentación de conocimientos y pensamientos que le brindamos a nuestro ser. Soy un firme creyente que la mejor nutrición es aquella con la que nacemos y vamos desarrollando de manera autónoma conforme crecemos. Al hacer esto, lograremos crear un sistema de creencias único que se adapte a nuestras emociones y metas. De esta manera, no cargaremos los conceptos convencionales que nos fueron heredados sobre el bien y el mal, sino que lograremos un estado donde podamos ser más genuinos y fluir.