Consumación
La estampa de la consumación de la Independencia de México yo creo que la tenemos todos en la mente; esa representación pictórica del Ejército Trigarante cuando entró triunfante a la Ciudad de México, en el acontecimiento histórico que justo se identifica como el día en el que se consumó la Independencia.
Ayer fue el aniversario número 198 de aquel momento, estamos apenas a dos del bicentenario de uno de los episodios más importantes de nuestra historia como nación libre. En torno a esta entrada triunfal está también el nacimiento, prácticamente, de la bandera como la conocemos ahora, los colores y el escudo; y bueno, en términos populares, el presunto invento de los chiles en nogada; y digo presunto porque al parecer era una delicia que ya se servía en las mesas poblanas desde tiempo atrás.
Todavía ahora se discute si deberíamos celebrar aniversarios de la Independencia el 27 y no el 16 de septiembre porque fue a partir de ese día que México inició su camino, nada fácil ni terso, hacia su constitución como Estado. Pero no se hace así, en gran medida, porque Agustín de Iturbide fue emperador y la predominancia de la historiografía liberal lo condenó sin remedio hasta ahora, a él y a muchos otros ubicados del lado de una historiografía conservadora que luego de los años sesenta del siglo XIX, liberado el país de la intervención francesa, quedó casi irremediablemente relegada a segundos y terceros planos en espacios poco reconocidos y llenos de obstáculos.
Charles Hale, el historiador que es referencia obligada para hablar del liberalismo mexicano, hace esta distinción que de pronto no hay que perder de vista porque en algunos historiadores todavía se notan sesgos de un lado y de otro.
Regreso a Iturbide. Aunque en su momento fue identificado y reconocido durante varios años como el Héroe de Iguala, por el Plan de Iguala que conducía ya hacia la consumación, ha sido casi proscrito de la historia nacional, esa historia que nos han enseñado la mayor parte de nuestras vidas y que es de héroes perfectos y villanos perfectos, aunque no sea así. Por eso las conmemoraciones no son el 27 de septiembre y en estos momentos nos estaríamos preparando para el bicentenario (creo que algo se fragua por ahí).
Mejor sería festejar con sentido y motivando reflexiones profundas y aleccionadoras, todo septiembre, por otras fechas emblemáticas a importantes de nuestra historia, como la crisis en el Ayuntamiento de la Ciudad de México que también fue en septiembre, pero en 1808. Luego el Grito de Dolores del 16 de Septiembre de 1810; la consumación y años más tarde, el mito de los Niños Héroes del 13 de septiembre de 1847, en plena guerra con Estados Unidos.
Recientemente han surgido posturas que denuestan a Miguel Hidalgo, héroe antes intocable, por los excesos que ahora sabemos que se cometieron; pero las críticas condenatorias se olvidan del componente social y prácticamente inédito para la época, del discurso del cura de Dolores que desde el inicio del movimiento manifestó su preocupación y la convirtió en causa, por las condiciones de trabajo de los campesinos, el hecho de que no les perteneciera la tierra en un claro antecedente de la demanda que siguió vigente por lo menos 100 años más; se pronunció contra las prohibiciones para la siembra y cosecha de ciertos cultivos y su comercialización; habló y escribió sobre educación y abolió la esclavitud. Tenía conciencia plena de la realidad que se vivía en la Nueva España y el movimiento fue una oportunidad para impulsar cambios que alteraran, para mejorar, el orden de las cosas.
Veo, sin embargo, y no exactamente en los historiadores hablando en términos generales, que se mantiene la tendencia a condenar y/o a exaltar, cuando la línea no debería trazarse por ninguna de esas vías. Tendríamos que conocer mejor y masivamente nuestra historia para normar nuestro propio criterio, para saber lo mejor posible cómo fueron las cosas y ajustar nuestras apreciaciones. Todos los personajes históricos tomaron decisiones y desempeñaron un papel fundamental cuyas repercusiones trascienden a nuestros días; decisiones buenas y malas, mejores y peores, acertadas, equivocadas, manipuladas, tomadas al vapor, al calor de la guerra de independencia, bajo presión…
Se trata de los tiempos fundacionales a los que creo deberíamos volver, nos serviría mucho, para conocernos con ciertos niveles de profundidad y revalorar lo que hemos sido y lo que somos. Esas certezas nos podrían acompañar hoy en estos tiempos tan difíciles por los que atravesamos, sobre todo si vamos haciendo a un lado la tendencia a ubicarnos en algún extremo.
(lauracastro05@gmail.com)