Consultas a modo
Al igual que la consulta con la que se canceló la construcción del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México (NAICM) en octubre pasado, y la que vino después para validar el proyecto del Tren Maya y otros programas sociales, el domingo el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador hizo una consulta más para preguntar si se continuaba o no con la planta Termoeléctrica en Huexca, Morelos. Como se veía venir, este ejercicio se dio en un contexto de polarización agravada por el asesinato en días previos a la consulta, del activista Samir Flores Soberanes, que encabezaba a los grupos que se oponían a este proyecto, y que ayer quemaron boletas y urnas en protesta por el ejercicio, especialmente en el municipio de Amilcingo.
Sin duda eso inhibió la participación en la consulta, ya que a decir del propio Presidente, participaron apenas 55 mil 715 morelenses, de los que 59.5 por ciento votaron a favor de continuar la termoeléctrica, contra 40.1 por ciento en contra.
Además de esta polarización, lo que preocupa es la degradación en la calidad técnica y la validez de este tipo de consultas, ya que seguimos sin saber a ciencia cierta quién custodió las urnas y quiénes fueron los responsables del conteo de los votos.
En el mejor de los casos, estaríamos ante un ejercicio que se dice democrático, pero en el que el Gobierno es juez y parte. Ayer los resultados los dio Hugo Erick Flores, quien es el delegado de Bienestar Social de la Presidencia de la República en Morelos.
Faltará además revisar que tan consistente fue el ejercicio y si no se repitieron las improvisaciones y las carencias metodológicas y legales en las que se han incurrido en las anteriores consultas, especialmente en la del aeropuerto que terminó siendo una simulación burda y autoritaria.
Como lo dijimos en su momento, este tipo de consultas lejos de honrar los beneficios sociales de la participación ciudadana y la democracia directa para discutir y decidir sobre los grandes asuntos públicos, los desvirtúa.
Más aún cuando se utilizan de forma arbitraria y a conveniencia del poder en turno. En ese supuesto puede caer el Gobierno de la autollamada cuarta transformación al no realizar la consulta que había prometido para que fuera la población, el pueblo “sabio y bueno” quien decidiera si iba o no la Guardia Nacional, que recién acabó de aprobar el Senado de la República, sin el mando militar que exigía AMLO. Según dejaron entrever ayer los voceros del Gobierno federal, esta consulta ya no se hará por la amplia discusión que hubo del tema de la Cámara de Diputados y de Senadores.
Esta opacidad y falta de criterios claros elimina toda credibilidad en estos ejercicios, que han servido sólo para justificar decisiones ya tomadas.
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