Conciertos Familiares
Con “Fantasía Geográfica” como subtítulo, lo que implica la promesa de un viaje por varios países en alas del ángel de la música, la Orquesta Filarmónica de Jalisco (OFJ) cubrirá algunos de los huecos entre el final de su reciente y exitosa Primera Temporada 2023 y la ya muy próxima XXVI edición del Festival Internacional de Mayo, con un par de Conciertos Familiares, a celebrarse en sesiones dobles, los domingos 23 y 30 de abril, a las 11 y a las 13 horas, en el Teatro Degollado.
La intención, por demás encomiable, es obvia: atraer público nuevo -infantil principalmente- tanto al fascinante mundo de la música como al emblemático Teatro Degollado.
Mariana Martínez fungirá como directora huésped de la orquesta, y Andrea Sánchez como narradora en todas las audiciones.
El programa será siempre el mismo: un Concerto Grosso de Francesco Geminiani, compositor barroco del Siglo XVIII (1687-1762), maestro de Scarlatti y Corelli; el primer movimiento (allegro con brio) de la conocida Quinta Sinfonía de Beethoven (1770-1827); la popular Danza Húngara No. 5 de Brahms (1833-1897); la obertura de la ópera El Guaraní, de Antonio Carlos Gomes (1836-1896), el primer compositor del Nuevo Mundo -de Brasil, para ser exactos- cuya obra fue aceptada en Europa; la igualmente conocida Danza Rusa (Trepak) del popular ballet El Cascanueces, de Tchaikowsky (1840-1893); un fragmento (“Pulgarcito”) de la suite Mamá La Oca, de Ravel (1875-1937); una danza de la suite El Sombrero de Tres Picos, de Manuel de Falla (1876-1946), y “Malambo”, del ballet Estancia, de Ginastera (1916-1983).
Un sondeo entre melómanos seguramente habría sugerido no uno sino cien programas diferentes. Estarían en ellos fragmentos de Las Cuatro Estaciones, de Vivaldi; el Rondó alla turca, de Mozart; la Marcha Militar, de Schubert; Para Elisa, de Beethoven, o “La Barcarola” de Los Cuentos de Hoffmann, de Offenbach, por citar los que casi seguramente serían ejemplos inevitables. Y si de diseñar una “fantasía geográfica” se trata, por supuesto que no podría faltar por lo menos una obra de factura mexicana; “Sones de Mariachi”, de Blas Galindo, o “Huapango”, de Moncayo, verbigracia.
El común denominador sería demostrar que la genéricamente llamada “música clásica” no necesariamente es aburrida, que con justificada razón el Teatro Degollado es uno de los iconos más representativos de Guadalajara... y que la música no se acaba cuando Chente Fernández o Julión Álvarez dejan de cantar.
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