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Comprando clientelas en esteroides

México tenía muchos males antes de la llegada de López Obrador al poder (y muchos positivos, también). Sin embargo, algunos de sus flagelos fueron bien aceptados por el morenismo y redoblaron su apuesta por ellos. El daño para el país ha sido enorme. Un caso claro es el del clientelismo político.

El clientelismo político surgió a finales del siglo diecinueve en Estados Unidos. El fenómeno “implicó la distribución masiva de beneficios individuales por parte de los políticos a sus partidarios”, de acuerdo con el académico Francis Fukuyama. Estados Unidos desarrolló primero la democracia (la ampliación de la franquicia del voto), y después su Estado (burocracias profesionales), lo que trajo como consecuencia el clientelismo político: como no había burocracias profesionales que
administraran los programas sociales, los políticos acabaron repartiendo el dinero. Sin embargo, países como Prusia (después Alemania) desarrollaron primero su Estado y después su democracia, y el clientelismo político fue inexistente.

México no construyó un Estado profesional pero sí elecciones masivas, desarrollando así el fenómeno clientelar. Sin embargo, López Obrador y Morena lo han puesto en esteroides para mantenerse en el poder. Les ha funcionado. El presidente incrementó drásticamente el presupuesto social, personalizó los programas sociales y, por consecuencia, hubo un “altruismo recíproco” observable en el voto a Morena. Amplió la adjudicación directa de contratos públicos, los enfocó en algunos de los grandes empresarios, y se ganó su cariño: “hombre de Estado” le dijo Eduardo Tricio a López Obrador; que Claudia Sheinbaum “no se moviera mucho al centro” ya que “les ha ido bien con la izquierda”, declaró Carlos Slim. La cereza en el pastel son las Fuerzas Armadas: el presidente se las llevó a Cuba para que aprendieran a hacer negocios, les está repartiendo negocios, y ya hay innumerables casos de corrupción.

En un Estado de por sí débil, López Obrador redujo los trabajadores de confianza de 16% a 8%, y redirigió ese dinero a los llamados “Servidores de la Nación”, o la estructura clientelar de Morena. Claudia Sheinbaum quiere revocar la reelección –a pesar de que solo Costa Rica la prohíbe en toda América Latina– ya que la figura le quita el poder al presidente para repartir favores a las élites políticas. Y los programas sociales se han manejado desde la secretaría de organización de Morena, la cual quedará ahora en manos de... Andy López Beltrán, el hijo del presidente.

Italia y Grecia, nos dice Fukuyama, no lograron revertir completamente el clientelismo político al no desarrollar un Estado profesional. Por eso, la ineficiencia de los servicios públicos y los altos déficits presupuestales. Estados Unidos pasó una serie de reformas a principios del siglo veinte que profesionalizaron su burocracia, eliminando el fenómeno clientelar. México, ya entrado el siglo veintiuno, va de reversa. Y la vamos a pagar. En esteroides.

Posdata

El triunfo de Pablo Lemus sigue en vilo. La Sala Superior del Tribunal Electoral ya le dio una sobrerrepresentación a Morena y partidos aliados del 20%. Veremos si se atreven a más.

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