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Compañías de danza vemos, políticas culturales no sabemos...

Una compañía profesional de danza (clásica o contemporánea) busca la profesionalización de los bailarines vía las actividades -funciones, puestas en escena- de la propia institución a la cual llegarán tanto por razones de afinidad estética con la dirección artística y programación (que venga a partir de ahí), como por las condiciones laborales a las que se puedan acomodar. La carrera de un bailarín comienza con su formación escolar por lo menos 15 años antes de intentar entrar a una compañía de danza profesional. Primero deberá graduarse para luego buscar ofertas laborales acorde a lo que desea desarrollar en el tiempo que le queda por bailar. Mientras que el clímax artístico de un ejecutante llega a los 30-35 años, el cuerpo empieza un camino que culminará en el mejor de los casos a los 40-45.

En el mundo, encontramos compañías en las que el repertorio clásico es una prioridad como en otras en las que se combinan varias disciplinas y que suelen ser, sin menospreciar una de la otra, retos completamente distintos. Mientras que la vocación de algunos colegas es bailar sólo ballet clásico, el interés de otros es ampliar sus horizontes hacia el neoclásico y la danza contemporánea. Una compañía puede albergar -según esta oferta- a una decena de bailarines o por el tipo de montaje llegar a tener en su cartera de primeras figuras como es el caso del Royal Ballet a 20 bailarines sólo en esta categoría. La diversidad entre formatos hace que tanto una compañía como otra sean modelos perfectamente válidos.

Si es importante o no costear una compañía de danza, debería de ser objeto de un estudio riguroso para las autoridades encargadas (públicas o privadas) alrededor de estos factores antes mencionados. Una compañía de danza debería responder a una política pública consistente, a un presupuesto  acorde a ella, al interés artístico de sus integrantes y a la necesidad del público que asiste y al que se le va a formar. Una ciudad como Guadalajara necesita una compañía que responda de manera honesta a estas necesidades. Creo que acá los que van de perder si no se logra una apuesta seria (sea de pequeña o gran escala), serían tanto los bailarines como técnicos, escenógrafos, iluminadores, ensayadores, vestuaristas, maquillistas, directores artísticos y en fin toda una cadena, pero sobre todo el público, la sociedad en general. En el particular caso local, habrá que esperar a ver cómo solucionarán en el Arroniz el cada vez más irritado radio pasillo que viene del segundo piso del Foro de Arte y Cultura.
 

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