Como agua con chocolate
El servicio de agua potable es como el bajo en un grupo musical: sólo nos enteramos de que existe cuando todo falla. Estamos tan acostumbrados a que salga agua de las llaves de la mayoría de cerca de un millón de casas que existen en la zona metropolitana con sólo abrirlas que le damos poca o nula importancia a saber qué pasa y cómo pasa, qué esfuerzos hay detrás y cómo sucede ese milagro cotidiano. Pero, como sucede con el bajo, cuando algo falla allá abajo todo se transforma en algo horrible: la vida sin agua potable es una de las peores tragedias que nos puede ocurrir a los habitantes de una ciudad.
Decenas de colonias de la ciudad han estado recibiendo agua de mala calidad, turbia, chocolatosa y fuera de los parámetros de calidad que exige la Norma Oficial Mexicana (NOM) 127 de la Secretaría de Salubridad. Claramente se trata de un problema de la red, pues es prácticamente imposible que el SIAPA inyecte agua no potabilizada en la red. Si esto fuera así la afectación sería mucho mayor, alcanzaría una tercera o cuarta parte de la población, dependiendo de la planta de potabilización que presentara el problema (son cuatro de diferentes tamaños, San Gaspar, Las Huertas, Miravalle y Toluquilla). Se trata entonces de una red de distribución que ha sido contaminada bien sea por sedimentos, que fue la primera explicación del SIAPA, o por invasión de aguas residuales que, por los resultados de los análisis que hicieron ciudadanos afectados, es lo más probable.
Si bien el SIAPA ha tardado más de lo deseable en controlar el problema es muy posible que pronto esté resuelto y que, una vez que el agua fluya sin color ni olor todos nos olvidemos, otra vez, del asunto. Afinado el bajo, volveremos hablar de la guitarra, el piano, la batería y el vocalista. Lo que no debemos olvidar es que hoy uno de cada cinco habitantes de la zona metropolitana de Guadalajara no tiene un abasto confiable en calidad o cantidad.
El suceso de las aguas turbias debe llamarnos la atención de lo frágil que es nuestro sistema de agua potable y que, si no lo atendemos como una prioridad, si no invertimos el presupuesto necesario, cosa que nadie va a aplaudir, porque son obras que no se notan y que son terriblemente molestas en su ejecución, pues implican abrir las calles en canal, más temprano que tarde la realidad nos va a alcanzar.
Atender el problema del agua en Guadalajara no es sólo asegurar las fuentes de abastecimiento -un tema que se ha convertido en ring donde los tapatíos nos damos hasta con la cubeta-, sino la política de tarifas y subsidios, pero sobre todo la cultura del agua.
(diego.petersen@informador.com.mx)