Clausurar El Zapotillo
La reunión que tendrán las comunidades afectadas por el megaproyecto hidráulico El Zapotillo con el presidente Andrés Manuel López Obrador, y varios integrantes de su gabinete, puede ser clave para la lucha de resistencia que los pueblos de Temacapulín, Acasico y Palmarejo han emprendido desde hace 16 años desde que se enteraron que en sus tierras, donde nacieron, el gobierno y empresas privadas pretenden construir una presa que los inundaría.
La reunión de esta mañana en Temacapulín, a la que asiste como invitado el gobernador Enrique Alfaro Ramírez, también podría ser clave para definir las políticas públicas de gestión del agua, centrada ahora hacia la privatización a través del régimen de concesiones, o si se redirige a un modelo de gestión integral del agua como han planteado las comunidades que resisten megaproyectos hidráulicos en México y el mundo.
Este movimiento global de resistencia a megaproyectos hidráulicos y privatización de este bien común, han planteado desde hace años la enorme destrucción y devastación ambiental que dejan las presas y represas, así como el trasvase de agua entre cuencas, que es en lo que consiste el megaproyecto hidráulico de la presa El Zapotillo y el acueducto a León.
En los meses recientes se han intensificado las presiones de gobernantes y empresarios de Jalisco y Guanajuato para que El Zapotillo se termine de construir y se empiece con el acueducto para llevarse el agua al corredor industrial de El Bajío guanajuatense. Y para ello piden al gobierno federal de López Obrador que reactive el proyecto y asegure los recursos financieros necesarios para ello.
Uno de los principales promotores de esta postura es, como se sabe, el gobernador de Jalisco Enrique Alfaro, a pesar de que siendo líder opositor en el anterior gobierno y luego ya en campaña por la gubernatura, había manifestado su oposición a la presa de El Zapotillo y su solidaridad con los pueblos que corren el riesgo de inundarse.
No será fácil que los pobladores de Temacapulín, Acasico y Palmarejo convenzan al presidente y los integrantes de su gabinete de que El Zapotillo no sólo no debe terminar de construirse, sino que debe detenerse o clausurarse y no debe ponerse en operación.
No será fácil porque de hecho López Obrador asiste a Temacapulín ya con una postura: que El Zapotillo debe terminarse porque ya se ha invertido mucho dinero en la obra. Esta postura puede objetarse porque lo mismo ocurría con la obra del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, y aún así el entonces presidente electo defendió la necesidad de detener la construcción, bajo el argumento de que era una obra muy costosa y por los elevados daños ambientales que este megaproyecto implicaba.
Lo mismo puede decirse del megaproyecto hidráulico de El Zapotillo: es costoso, hay sospecha de irregularidades en los contratos, ocasiona daños ambientales, dejaría un daño irreparable a tres comunidades con la inundación de sus pueblos y comprometería el abasto del agua para una docena de municipios de Los Altos de Jalisco.
Hay otra alternativa que ha planteado Juan Guillermo Márquez, coordinador del Observatorio Ciudadano del Agua de Jalisco: que la cortina de la presa se deje en apenas 65 metros (ahora está casi en 80 y los gobernadores pretenden elevarla a 105 metros), que no se inunden los pueblos y que toda el agua almacenada se quede para Jalisco.
Pero esta histórica visita de un presidente a Temacapulín debería aprovecharse para cambiar la política del agua. Hasta ahora se ve como un recurso a valorizar en actividades “productivas” agropecuarias e industriales y se deja en segundo plano el agua para el consumo de todos. Debe cambiarse la política que trata de presentar los megaproyectos hidráulicos como una supuesta palanca para el progreso y el desarrollo. Pero no es así.
Esta visión capitalista del consumo del agua propicia el acaparamiento privado de este bien común, a través de las concesiones a particulares, y lo desperdicia y lo pone en riesgo. No siempre construir implica mejorar. En este caso destruir o clausurar El Zapotillo implica apostar por otro modo de gestionar el agua. Es una oportunidad para replantear las nociones de progreso y desarrollo: no deben ser impuestos desde los escritorios de los gobernantes y las corporaciones privadas, sino que deben decidirse desde cada pueblo y comunidad a partir de sus necesidades para reproducir de manera autónoma la vida.
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