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Mal comienza el sexenio quien se autodescalifica a la primera de cambio. Como la oposición.

La presidenta Claudia Sheinbaum exhibió en su primera mañanera la inconsistencia de algunos opositores. La mandataria se refirió, a pregunta expresa, a su contrincante en la campaña Xóchitl Gálvez y a Claudio X. González, cuyas ofertas de diálogo subestimó.

Gálvez y González dieron a conocer el martes sendos comunicados. No se puede decir que en ellos saludaban el arribo de Sheinbaum a la primera magistratura, porque si bien cumplieron con el formalismo de felicitar, los comunicados tiraban para otro lado.

Cuatro meses después de su derrota, la excandidata de la oposición sigue dando muestras de que carece de estrategia. La redacción de su carta pública está fijada en una retórica que descalifica en los hechos un triunfo que antes reconoció.

¿Es que con su misiva busca un diálogo o solo pretende alimentar una explicación de su derrota? ¿Quiere incidir de alguna manera en lo que la presidenta intente?, ¿o más bien la descalifica para convocar en torno a sí a quienes no aceptan a Sheinbaum?

Juzgar al 2 de junio como “una elección de Estado” es un ardid político legítimo. Máxime en voz de quien dice haber sido víctima de eso. Buscar que a partir de ahí se dé diálogo o negociación, es cosa distinta.

Xóchitl dice que ojalá Claudia salga y vea el dolor. Es cierto que la retórica obradorista niega la gravedad de las crisis de violencia. Pero, otra vez, qué pretende Gálvez al interpelar a Sheinbaum: ¿colaborar, oponerse, convocar a un partido…?

Por las mismas anda Claudio X. González, que hizo publicar un desplegado en el marco de la toma de protesta de Sheinbaum. Con vivos en color rosa, el texto es más una diatriba del movimiento que una felicitación u oferta de colaboración.

Esa mezcla de contradictorios mensajes en un solo texto no se debe a carencias gramaticales del empresario, o a falta de capacidad de redacción de quienes le acompañan en su iniciativa. Al contrario: el desplegado comunica a plenitud la confusión de ese colectivo.

Durante buena parte del sexenio anterior, la oposición —lo mismo partidos, sectores de la academia y el empresariado— fue incapaz de entender la conexión del obradorismo con la mayoría de la población.

Las explicaciones que aventuraron fueron —evidentemente— incorrectas. Creyeron que se debía a la capacidad del exmandatario para hablar con y como el pueblo; o que éste era incapaz de entender lo buenísimo del sistema anterior para, justamente, los pobres.

En esa línea, apostaron a promover un retorno al prianismo como remedio a todo mal de hoy y de ayer.

Algo así como “estabas mejor cuando pensabas que estabas peor”. Habrá indicadores que fundamenten algo de eso, pero la gente decidió que carencias actuales no bastaban para castigar a Morena. Y sí para repetirle ración de cuero a la oposición.

Inicia el sexenio con tropiezo opositor. No entienden a quien sí tiene la conexión con la mayoría, ni a ésta, que no se ve aludida en eso de “elección de Estado”. Y no captan que sus manifiestos se vuelven nada porque su estrategia no sale de la descalificación.

Por denostar en redes y no reconocer la realidad, Sheinbaum se los sacudió ayer fácilmente. No le duraron ni para el arranque.

Si otros opositores señalan que Gálvez y González no les representan, y que incluso cuestionaran su representatividad, puede que tengan un punto. ¿A nombre de quién hablan hoy Xóchitl y Claudio?

Aunque, eso sí, hoy Xóchitl y Claudio son los que suenan, porque las otras oposiciones resultan aún menos visibles.

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