¿Ciudad Amable...?
Tiempos hubo, Señor Don Simón, en que a Guadalajara se le etiquetó como “Ciudad Amable”. ¿Por qué? Porque ese era el talante y el estilo de vida de sus habitantes: afable, complaciente, digno de ser amado.
Valdría preguntar si esa honrosa etiqueta resulta sostenible a la vista de sucesos que se han convertido en “el pan nuestro de cada día” para los tapatíos…
-II-
La mujer que solicitó al taxista que la llevaba a su trabajo, desviarse hacia Casa Jalisco para solicitar apoyo de la policía, hizo lo sensato. Si, amenazada y perseguida por su marido, se sabía en peligro, parecía razonable la decisión de acudir, como lo hizo, a un sitio en que hubiera, con entera seguridad, presencia policiaca. Que la simple presencia de los policías resultara insuficiente para inhibir la agresión, primero con el automóvil y posteriormente con un cuchillo, ejemplifican la conducta del delincuente irreflexivo: el que actúa al impulso de la ira, sin detenerse a considerar las consecuencias de su conducta. En el caso, los disparos del escolta del fiscal del estado, que se encontraba en el lugar. Que esos disparos resultaran mortales no detuvo la agresión a la mujer ni evitó su muerte.
Una tragedia, por donde se le mire. Un hecho, por otra parte, que pone en entredicho la eficacia de las “medidas de protección” dispuestas por las autoridades, a partir de las denuncias interpuestas por la víctima.
-III-
Ese fue un caso. “Un caso aislado”, podrá decirse, habida cuenta de que un suceso de esas características es totalmente inusitado…
Sin embargo, el recuento de sucesos similares en la jornada, es mucho más extenso. Se inicia con el hallazgo del cadáver de un hombre, con huellas de violencia, abandonado en una calle de la Colonia Blanco y Cuéllar; continúa con otro en la colonia Jardines del Castillo, en El Salto; sigue con dos cadáveres envueltos en bolsas negras en San José del Castillo; se acrecienta con dos más en la Colonia San Pedrito, de Tlaquepaque, y prosigue con una persona maniatada y decapitada, en la colonia El Ahuatán, de Tonalá.
Se dirá -con razón, por lo demás- que es materialmente imposible que las autoridades puedan prever (y evitar, en consecuencia) esos crímenes… y que en el día a día de la otrora “Ciudad Amable” se demuestra -parafraseando a Homero- que “los hombres se cansan antes de dormir, de amar, de cantar y de bailar, que de hacer el mal”.