Ciencia ciudadana de las madres buscadoras
La crisis por desaparición de personas es la gran asignatura pendiente que dejó el ex presidente Andrés Manuel López Obrador en el país, con más de 116 mil personas ausentes y la gran deuda pendiente que también dejará el gobernador Enrique Alfaro Ramírez, con 15,288 casos. Más de la mitad de estos registros de desaparecidos han ocurrido en los pasados seis años, convirtiéndose en las administraciones con más casos en la historia del país.
Con el tiempo, la realidad ha confirmado que asociada a este fenómeno se crea en paralelo otra crisis: la forense, con más de 72 mil cuerpos sin identificar en los servicios médicos forenses del país. Esta segunda crisis se explica, también, por el aumento de centros clandestinos de enterramiento donde los perpetradores de las desapariciones tratan de terminar de desaparecer los cuerpos ausentes.
Las familias siempre buscan en vida a sus desaparecidos, pero también se resignan a buscar en muerte. Esta dolorosa realidad es la que explica la aparición de las madres buscadoras, tanto en vida como en fosas clandestinas.
Debido a la persistencia y magnitud del fenómeno de los enterramientos clandestinos, y en buena medida por la exigencia y presión de los colectivos de búsqueda de todo el país, el Estado y las agencias dedicadas a la búsqueda a identificación de los cuerpos han recurrido a diferentes ciencias para avanzar en las tareas de búsqueda. En buena medida porque Jalisco es el epicentro de la desaparición de personas en todo el país, los colectivos de familiares y las instituciones encargadas de buscarlos han avanzado en el uso de diversas ciencias y tecnologías novedosas para encontrar a los ausentes.
Recientemente la Comisión de Búsqueda de Personas del Estado de Jalisco (Cobupej) editó y presentó el libro “Interpretar la naturaleza para encontrar a quienes nos faltan. Ciencias biológicas, físicas y de la tierra aplicadas a la detección de inhumaciones clandestinas”, coordinado por el comisionado de búsqueda Víctor Hugo Ávila Barrientos, Tunuari Chávez y José Luis Silván Cárdenas. El extenso volumen (más de 700 páginas) incluye 17 capítulos con trabajos de funcionarios que laboran en las agencias de búsqueda, académicos expertos en las ciencias y tecnologías utilizadas en estas tareas y, especialmente relevante, testimonios y experiencias de las madres buscadoras.
El libro explica también el proyecto de experimentación forense que se está llevando a cabo en el Centro Universitario de Tonalá de la UdeG y en la Universidad Politécnica de la Zona Metropolitana de Guadalajara, sede Cajititlán, en el que se llevan a cabo pruebas donde ya se utilizan diversas técnicas para facilitar las búsquedas, tanto a colectivos de familiares que buscan a sus desaparecidos como las las agencias estatales encargadas de las búsquedas. Con la participación de la Cobupej, los académicos echan mano de la identificación genética, vegetación, entomología, parámetros físicoquímicos del suelo (nitrógeno, fósforo, potasio, conductividad eléctrica, pH, humedad y temperatura), resistividad eléctrica, así como forma, tamaño y posición de la zona de experimentación (topografía), análisis espectral y susceptibilidad magnética y reflexión de ondas de radar (magnetometría y radar de penetración terrestre) para facilitar la prospección de búsquedas en los terrenos elegidos para ello.
Pero lo más relevante de este libro, en mi opinión, es el reconocimiento de la experiencia, conocimiento y habilidades de las madres y familias buscadoras organizadas. En un par de artículos elaborados por Darío Pereira, Eduardo Santana, Tunuari Chávez, Lourdes Andrea Linton y Gabriel González se reflexiona sobre los “saberes nacidos del dolor” que han llevado que se reconozca todo este conocimiento como “ciencia ciudadana”.
Con más de 230 colectivos de búsqueda en todo el país, unos 20 de ellos en Jalisco, México es el país con más organizaciones de familiares buscadoras de todo el mundo. Es infinito el conocimiento y experiencia que han ido acumulando a lo largo de los años las familias buscadoras y es necesario e imprescindible que el Estado y las agencias de búsqueda respeten y tomen en cuenta esta “ciencia ciudadana” para encarar y poner fin al flagelo de las desapariciones en México. Como han dicho desde hace años, “sin las familias, no”. El libro “Interpretar la naturaleza para encontrar a quienes nos faltan”, se puede encontrar aquí: https://cutt.ly/YeAvt4K2.
rubenmartinmartin@gmail.com