Cien reflexiones
Este es el artículo número cien que publico. Por esto, decidí hacer algo un poco diferente. En lugar de discutir un tema específico, voy a escribir sobre la escritura misma y el impacto que ha tenido en mi vida.
A lo largo de la vida de mi columna he tocado temas de filosofía, psicología, derechos humanos, política, instituciones legales, tecnología y neurología. Sin ser experto en estas ramas de estudio, pero como tantos jóvenes teniendo grandes inquietudes, he procurado aprender día con día sobre diversos temas para intentar saciar las preguntas interminables que tenemos de vivir en un mundo tan cambiante. Lo que he concluido es que ni una vida ni un millón son suficientes para entenderla. Nunca entenderemos la totalidad del universo y eso está bien. Esto, lejos de alentarnos a dejar de aprender, es un incentivo. Aprendamos, no para saberlo todo, sino para crear dentro de nosotros lo que queremos transmitir. Aprendamos, no como un fin, sino como un proceso interminable que nos permita transmitir bienestar y paz personal.
A casi cuatro años de haber tenido la oportunidad de publicar mi primer artículo, sigo teniendo más preguntas que respuestas. La ventaja que tenemos, es que estamos a unos “clicks” de encontrar cualquier información que queramos. Lo negativo de esto, es que todo se nos da de una manera que no requiere ni el más mínimo esfuerzo de nuestra parte. No podemos dejar que la comodidad se apodere de nuestros esfuerzos por saber. Procuremos buscar en libros, adicionalmente al internet para ejercitar nuestro cerebro. Procuremos escribir nuestros pensamientos una vez al día durante cinco minutos, en lugar de destinar todo nuestro tiempo a redes sociales. Este tipo de detalles son los que nos desmarcan y nos acercan más hacia nuestra humanidad.
Vivir y escribir es tan complejo o sencillo como decidamos hacerlo. Siempre será complicado y tardado tratar de encontrar esa palabra perfecta, esa idea irrefutable o esa tesis universal. Es por esto que, contrario a escribir con miedo o preocupaciones, debemos escribir como debemos vivir: sin miedo y disfrutándolo de manera fluida. Como seres humanos, somos mucho más frágiles y pasajeros de lo que a veces creemos. Tenemos años limitados para aprender, crecer, sentir, escoger una profesión, formar una familia, caernos, levantarnos y encontrar nuestro equilibrio. Por esto resulta necesario acercarnos a nuestros pensamientos por medio de la escritura.
He encontrado en la escritura un escape y una terapia. Escribir representa una forma de ser. Siendo un escritor de veinticinco años, hago una invitación a que tú, lector, escribas hasta que lo que esté en tu mente quede plasmado en el papel. Como dijo la historietista Alison Bechdel, “es escribiendo, alejándonos un poco de la realidad para observarla, cuando estamos más presentes”.