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Chuchín, el historiador goloso

En Ajjic, en una esquina del panteón que está en la salida hacia Jocotepec, hay una extraordinaria panadería francesa que hornea unos triángulos de hojaldre almendrados llamados “Jésuites” que, dice mi amigo Fernando, son el mejor jesuita del país.

Después de estos panes, el siguiente mejor jesuita podría haber sido Jesús Gómez Fregoso, quien falleció el sábado pasado a los 88 años.

Historiador, tragón, Chivas irredento, maestro, bibliófilo, sacerdote, Gómez Fregoso pasó su vida en las universidades, primero como estudiante en ciudad de México y París luego como maestro en el ITESO y la Universidad de Guadalajara donde marcó generaciones completas. Jamás rechazó una buena comida, fuera gourmet o callejera, ni una bebida para acompañarla.

Escuchaba con paciencia, pensaba con brillantez y hablaba horrible.

En los años setenta en el ITESO, “la cueva de Chuchín” fue refugio y espacio de discusión sobre los sucesos que dividían al país y a Guadalajara en aquellos años convulsos.

Invitados por Carlos Ramírez Ladewig, Jesús Gómez Fregoso y Javier Gómez Robledo fueron los primeros jesuitas en regresar a la UdeG tras la expulsión de la Compañía en el siglo XIX, una tarea nada sencilla en una universidad que vivía profundos conflictos internos. Esta presencia discreta de ambos permitió construir los puentes que unos años después resultarían fundamentales para la apertura de la universidad.

Ahí, en la Prepa 2 y luego en la facultad de Historia fue formador de grandes historiadoras, así en femenino pues en su mayoría fueron mujeres, auto nombradas como “las sobrinas de Chuchín”. Como bibliófilo le debemos la clasificación del fondo especial de la biblioteca pública pues entre sus gracias estaba, además de un amor y pasión por los libros, la de leer el latín vulgar de corridito.

Como jesuita ningún voto le costó tanto como el de la obediencia. Rebelde por naturaleza, su vida no estuvo exenta de fricciones con sus superiores -cuando le pidieron dejar Guadalajara- y con el mismo cardenal Juan Sandoval quien se quejó de la forma en que el jesuita leía críticamente en sus artículos semanales el papel de la iglesia en los conflictos regionales. Chuchín siempre encontró la manera de “obedecer” haciendo lo que quería.

Nada le gustaba nada tanto a Gómez Fregoso cómo confrontar la historia oficial. Libró fuertes batallas con los historiadores locales, pues sostenía -para coraje de no pocos- que los primeros sindicatos en Jalisco habían sido católicos, inspirados en el pensamiento social cristiano de principios del siglo XX y no socialistas. Compartía con Luis González de Alba el placer de desmitificar a los grandes personajes de la historia oficial y disfrutaba un dato disruptivo tanto como una buena cuachala del sur de Jalisco.

Descanse en paz. Muchas letras, anécdotas y sabores quedan en memoria del jesuita goloso.

Ahí, en la Prepa 2 y luego en la facultad de Historia fue formador de grandes historiadoras, así en femenino pues en su mayoría fueron mujeres.
 

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