Chavita
Rosalía no puede volver el tiempo atrás y cambiar el principio de la historia de Chavita, ésa que conocimos con lágrimas en sus ojos cuando narraba cómo le fue arrebatado su hijo el 14 de diciembre de 2005 en la clínica 45 del IMSS por una mujer que se hizo pasar por enfermera de pediatría, pero ahora tiene la oportunidad de cambiar el final.
Pocas experiencias hay tan poderosas como el primer encuentro de una madre con su recién nacido. Ese momento en el que se observa un milagro: lo sostienes, lo hueles, lo mides, miras sus ojos, cuentas sus pestañas y buscas lunares tratando de reconocerte en ese pequeño ser. Yo lo viví. Sin embargo, ella no alcanzó a reconocerse en su recién nacido.
Vivir con la ausencia fue lo que hizo Rosalía durante 16 años, esperando que no llegara diciembre y se cumpliera otro aniversario del nacimiento y robo de su pequeño. Una foto que pudieron tomarle al bebé fue todo lo que ella conservaba de Chavita, y pese a que el caso era uno más de los miles registrados en el Estado ella no dejó de tocar puertas.
En agosto del año pasado, luego de que se anunciara la Alerta Amber por el robo de una pequeña en el Hospital Zoquipan, el hallazgo de esa niña horas más tarde le hizo saber a Rosalía que ella también podría recuperar a su hijo. Lo tenía claro.
La columna publicada en este espacio el 31 de agosto del año pasado me hizo reconocer que el amor de una madre desafía todas las pruebas y no se rinde, no se cansa jamás. Es un espejo en el que todas las madres podemos reflejarnos. Vi el dolor y la desesperación, pero también la esperanza. Esa fotografía en sus manos, la única que conservaba de Chavita, fue la clave para que el engranaje funcionara. Había que volver a tocar puertas, las que fueran necesarias, y esta vez estuvieron abiertas.
Un retrato prospectivo realizado por especialistas del Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses hizo que Chavita dejara de ser el bebé de la fotografía en las manos de su madre para convertirlo en un adolescente de 16 años. Con esa nueva imagen la esperanza volvió; la red de apoyo a través de los medios de comunicación y la sociedad entera provocaron la actualización del caso, ahora con un rostro que era posible identificar en las calles.
Luego del silencio en el que la familia Macías López vivió la ausencia de Chavita, de la noche a la mañana se convirtió en viral. La recuperación del menor se siguió minuto a minuto desde el pasado jueves. Fue noticia nacional, los reflectores estaban puestos en ellos, y no era para menos, pues en un país donde a diario desaparecen niños y jóvenes, en Jalisco uno de ellos volvía exitosamente a casa. Transitar por instituciones, Fiscalía, Ciencias Forenses y Ciudad Niñez fue parte de este capítulo en la historia Rosalía y su hijo.
Las cosas no sucedieron de la noche a la mañana, ni siquiera con esta nueva herramienta forense, pero fue clave para llegar al paradero del menor. Dieciséis años, dos meses y tres días pasaron antes de que Rosalía pudiera revivir el momento de abrazar a su hijo. Chavita ya no cabe en los brazos de su madre como la primera vez, pero ella tuvo la misma reacción que hace 16 años.
Como pocos, o quizá como nadie, Rosalía tuvo una segunda primera oportunidad de recibir y reconocer a su hijo, y para Chavita comienza una nueva etapa en su vida, una en la que ha regresado al origen del que no debió salir nunca, en la que afianzará sus raíces para crecer más fuerte ahora que sabe que su historia lleva detrás la tenacidad de una madre que no se rindió para encontrarlo.
Los milagros existen, yo los he visto; y no son el producto de una voluntad divina. En el caso de Rosalía fue el resultado de la suma de voluntades que devuelven la esperanza a todos aquellos que permanecen en la búsqueda porque, contra todo pronóstico, luego de 16 años, una madre recuperó a su hijo.
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