Casos y cosas de Casa Jalisco
Aprovecho que el gobernador Pablo Lemus anunció que su mudanza a Casa Jalisco, la residencia oficial de los gobernantes en turno, ubicada en la calle Manuel Acuña, será hasta dentro de mes y medio, ya que concluyan “trabajos de mantenimiento” que iniciarán el próximo lunes, para hacer un breve recuento de lo ocurrido con las llegadas y salidas de sus inquilinos en los últimos 36 años.
En 1992, el extinto gobernador Guillermo Cosío Vidaurri tuvo que dejar anticipadamente esta casona luego de su caída del Gobierno estatal por la tragedia de las explosiones del 22 de abril de aquel año en el Sector Reforma. Las puertas de Casa Jalisco se abrieron entonces para el mandatario interino Carlos Rivera Aceves, quien meses después de terminado su Gobierno tuvo que regresar, entre otras cosas, un abrigo de mink, luego de una auditoría que le hizo en 1995 el primer Gobierno panista que encabezó Alberto Cárdenas Jiménez a los gastos en esa residencia gubernamental que se cargaron indebidamente al contribuyente.
En un literal cobro de factura, llegó a mis manos de forma anónima un paquete con comprobantes de pagos de ropa, colegiaturas, despensas, entre otros gastos propios del hogar que había efectuado Cárdenas Jiménez en sus primeros meses de inquilino oficial. Lo que pensé que sería una bomba noticiosa se desinfló cuando, antes de publicar, el entonces tesorero José Levy me mostró, al momento, el cheque con el que el gobernador había reintegrado al erario esos gastos. La nota, sin embargo, sirvió para abrir un primer debate de la opacidad y la necesaria regulación de los gastos en Casa Jalisco, que desafortunadamente se diluyó.
En 2001 llegó el también panista Francisco Ramírez Acuña, quien sin piedad alguna señaló que su correligionario le había dejado la casa en mal estado y hasta con la alberca enlamada, por lo que había que hacer trabajos de reparación. Ese mantenimiento incluyó un nuevo diseño de interiores, cuyo costó se negaron a transparentar. Una investigación periodística, sin embargo, reveló un gasto millonario.
El último panista en habitar Casa Jalisco hasta hoy fue Emilio González Márquez, cuyo episodio más sonado fue que tuvo que parar la construcción de unas canchas de squash que arrancó con sigilo y que tuvo que suspender al ser descubierto. Hoy funcionan como oficinas.
En marzo de 2013 asumió como gobernador el ya finado priista, Jorge Aristóteles Sandoval, quien como candidato prometió que no viviría en Casa Jalisco y la convertiría en un orfanatorio. No pasó ni un año cuando tuvo que recular por las molestias que causaba a sus vecinos de Providencia, y se mudó a la finca de Manuel Acuña.
Enrique Alfaro fue inquilino de Casa Jalisco desde el primer minuto y hasta el último día de su Gobierno, y como sus tres antecesores, poco hicieron por transparentar y hacer un reglamento de los gastos en la residencia oficial, que solo vía la Ley de Transparencia (en vías de extinción) se podrían calcular.
Habrá que ver qué selló y anécdota deja Lemus a su paso como habitante de la Casa Jalisco.
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