Carta al Niñito Dios
Querido Niño Dios: Sé que voy tarde con mi carta y que estás muy ocupado trabajando en los últimos detalles para concederles a miles y miles de niños del mundo sus peticiones más preciadas. Sé también cuánto esfuerzo pones para poder cumplir o, en la medida de lo posible, cubrir con tu luz esas miradas con las que este domingo, justamente, amanecen chicos y grandes en uno de los días más familiares y bellos del año. Yo, déjame decirte, tengo, para variar, mucho que pedir. Pero dicen que uno no puede pedir más de lo que ha logrado dar o que, en términos prácticos, es mejor que uno no pida aquello que nunca dio. Yo sé que de dónde tú vienes, justo están en un momento complicadísimo, del cual nunca me he sentido ajena, sino más bien, yo, querido Niñito Dios, quisiera concentrarme en pedir para nosotros los mexicanos, o los jaliscienses. Lo mío es más bien un deseo casi colectivo y viene de, como decía la recién fallecida y admiradísima por mí, Cristina Pacheco, donde nos tocó vivir.
Niñito Dios, el próximo año en Jalisco tendremos elecciones y con estas llegará a Casa Jalisco (donde te ponen un nacimiento espantoso) un nuevo gobernador. Te pido que no sea elegido nomás por su linda cara, sus increíbles videos, su hondísima generosidad o sus ganas de quedar bien con todos. Te pido de favorcísimo ilumines a los equipos de campañas porque cada tres o seis años son casi las mismas maneras en las que prometen y prometen, pero nomás nada. Yo sé que son momentos duros para pedir creatividad, pero llegué a la edad en que quisiera no ver, no oír y no saber de qué van las campañas.
Fíjate, acuden hordas de gente, todos medio amenazados de no tener trabajo el próximo sexenio si no cumplen gustosos, a los espacios públicos a ondear banderas bajo lemas que, vaya, ni ellos se la creen, usando palabras inmensas como libertad, refundación, bienestar y con ellas, además de unas bocinas enormes que hacen un ruido terrorífico, te saludan como si les hubieras hecho un favor y te intentan pegar una o varias calcomanías. Todas estas calcomanías, banderas y afiches son dignos de premios al mal diseño, no podrías creer que en un país que ha dado tanto a la plástica pudiéramos haber llegado a eso: nomás un eslogan y el nombre, no se nos vaya a olvidar quiénes son los candidatos. Pero ojo, luego sí se nos olvida, o no sabemos, porque son tantos nombres ya tan sobados, que uno se pone como en modo avión y nos pasan en blanco esos que van para regidores y sabrá Dios (tu padre) cuánta gente se une a esos equipos. Con las mentadas calcomanías y panfletitos que dan en cada esquina o dejan bajo la puerta, se desperdicia una cantidad de papel que luego nos hace pedirte también que ya electos, no sean cínicos y no nos pongan puntos limpios para aprender a reciclar, porque imagínate que nosotros como pueblo sí lo tenemos que hacer perfectamente, pero ellos como futuros líderes magnánimos no se tientan el corazón. Te pido, por ende, un poco de congruencia, para todos. (Sí, déjanos los puntos limpios, en algunas zonas sí están de verdad limpios).
Te suplico que si es que esto de la democracia funciona, nos dejes ver que el voto no es solo la manera de vivir en ella. Por favor, ilumina particularmente (ya como petición especial) a la gente que se encarga y se encargará de la seguridad. Es terrible convivir en una sociedad tan rota, con tanto dolor, con tantas madres que justo hoy, no duermen y no amanecerán con sus hijos porque no saben dónde están. No hay magia que llene esas casas, no hay más que esperanza de volver a abrazar a sus niños, a sus niños a los que les dieron cada Navidad, todo lo que pudieron y que desaparecieron en un país desprovisto, diríamos nosotros, de la mano de Dios.
Niñito Dios, yo no sé cómo dar eso que te estoy pidiendo, yo no me encargo de tan rimbombantes labores y te pediría que nunca me fueras a bendecir con un cargo público. Pero te pido, para esta Navidad, nos llenes de esperanza y de fe. Quizá sobre todo nos caiga un poco de tu luz y este país, nuestra ciudad y estado, por fin caminen de un modo distinto.
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