Salud por las mentiras del corazón
El Presidente López Obrador se sintió mal al desayunar el domingo, canceló su gira por Yucatán y pidió abordar el primer avión que lo llevara de regreso a la Ciudad de México. Después de que sucedió todo eso, el vocero presidencial, Jesús Ramírez, dijo a El Universal que la gira no se había suspendido y que el Mandatario seguía normalmente sus actividades en Mérida.
¿Por qué siempre tienen que mentir cuando se trata de la salud del Presidente? No me queda claro si quieren desviar la atención, tratar de presentarlo como un líder indestructible, servir la mesa para la victimización que le dé algún beneficio político y/o intentar aparentar que el Presidente es un ciudadano más, un mexicano común y corriente sin privilegios.
México lleva muchos años peleando por transparentar la salud de los presidentes. Lejos de mejorar, el Gobierno de López Obrador ha puesto las cosas en el peor de los mundos: ya no sólo se esconde o se miente, sino que abiertamente se manipula.
Enero del 2022 fue un ejemplo perfecto. El Presidente dijo que tenía COVID-19. Tres días después tuvo que aceptar que se practicó un cateterismo rutinario. La realidad había sido otra: desde más de una semana antes lo habían tenido que trasladar de emergencia en un avión oficial para recibir atención médica urgente; habían instalado una unidad de terapia intensiva en su oficina-casa de Palacio Nacional y le diagnosticaron varios padecimientos graves. Esto que sucedió en enero, se supo hasta septiembre por una revelación de la plataforma Latinus gracias al hackeo del grupo Guacamaya a los correos electrónicos Ejército. Fue entonces que el Gobierno lo aceptó y trató de manipular a la opinión pública con ello.
Lo mismo con el Remdesivir, el medicamento para el COVID-19 que el Gobierno sigue sin autorizar para todos los mexicanos pero que el Presidente y su hijo José Ramón recibieron de manera privilegiada a inicios del 2021. El tema no son los privilegios -todo jefe de Estado los tiene porque su salud importa mucho-. El tema es la hipocresía, la adicción de esta administración a la mentira, la afición incontrolable por la manipulación.
¿Por qué no sencillamente dicen la verdad, y ya? Porque este Gobierno lo único que tiene es la saliva. Sin narrativa, se les cae todo. Se gobierna desde la palabra. La repetición de mentiras es el cimiento del liderazgo obradorista y es el pegamento que mantiene unido al movimiento. Por eso las tres horas de mañanera son -lo sabemos también gracias a Guacamaya- la única actividad que tiene el presidente la inmensa mayoría de los días. Hablar o desvanecerse. Prefiere hablar. Así puede negar cualquier desvanecimiento.
SACIAMORBOS
“No mentir, no robar, no traicionar, eso ayuda mucho para que no dé el coronavirus”, dijo el que ya le dio tres veces.