Ideas

Carlos Jiménez

Para imaginar un proyecto de paz (contradicciones y convulsiones incluidas dentro de este concepto) ésta debe venir desde el interior y Carlos Jiménez, -arquitecto originario de Costa Rica con residencia en la ciudad de Houston, Texas- parece conocer muy bien el camino. No hay que haberlo tratado mucho para saber que la pasa bien, le gusta y es evidente al sonreír, se comunica -aun hablando de cosas serias- con una sonrisa en la cara y un gesto amable. 

Bromea con un humor particular (entre gringo y latino) y festeja los chistes de los demás plácidamente. No alza la voz, por eso creo que todo el mundo baja la suya cuando habla y es entonces, cuando acapara la atención que cuenta anécdotas, habla de proyectos que ha revisado y visitado por todo el mundo, elogia colegas y agradece el momento. Carlos Jiménez fundó su estudio en 1983 y desde entonces, no solo se dedica a proyectar sino a pensar en la arquitectura como una aliada para un ser creativo lleno de curiosidad. Fue jurado más de diez años del Premio Pritzker y más que calificar, pareciera que su paso en ese codiciado asiento fue de disfrute y aprendizaje. En esta semana, Jiménez estuvo en el Centro cultural ForA que ofrece desde hace poco más de un mes charlas cargadas de vivencias personales de distintos ponentes, casi todos arquitectos.

Decía Ignacio Díaz Morales que “la arquitectura junta la lírica y la plástica” porque mientras que las artes plásticas existen en el instante, ni la música ni la literatura o la danza existen sin el tiempo, la arquitectura está ahí pero vive a través del tiempo acumulando pasado, presente y soñando con un posible futuro. Como la danza, contempla el posible movimiento propicio que con un lenguaje particular da vida a una también posible obra de arte. Carlos es un tipo que cuando habla de Chéjov o de Wim Wenders lo hace para dar testimonio de que el teatro no ha muerto como tampoco el cine, la música o la literatura, y que si bien se vive un momento particular (cuál no lo ha sido) el arte no debería adaptarse a los tiempos actuales, sino debería decir —siempre acompañado de otras disciplinas— la verdad.

Con mucha más sabiduría que conocimiento pide ser juez y parte de la belleza que este mundo intoxicado ofrece e insta a los jóvenes y no tan jóvenes a no caer en la trampa del engaño al producir con prisa.

La visita a la ciudad del ex jurado Pritzker fue mucho más que escucharlo hablar de menciones y premios. No vino a recoger carpetas sino a sembrar sus vivencias y en el último trago se fue.

argeliagf@informador.com.mx • @argelinapanyvina

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