Ideas

Cambio de perspectiva

En una de sus siempre atinadas caricaturas, Quino se preguntaba por qué razón el mapamundi se mostraba todo el tiempo situando arriba a Canadá y Estados Unidos, y abajo los países de América Latina. Tal vez se debió a la importancia que en la historia de la navegación ejerció el norte magnético, una vez inventada la brújula. Lo cierto es que esa forma de percibir el mundo tiene igualmente explicaciones y consecuencias geopolíticas y económicas, ya que de por sí, lo mismo podría mostrarse el mapa justo a la inversa, ¿ya se lo imaginó?

Otra pregunta similar sería averiguar por qué en todos los mapamundi América aparece a la izquierda, África al centro y Euroasia a la derecha ¿qué sucedería si nos familiarizáramos con un mapamundi donde América se situara en el centro, entre Asia y África? Imaginemos la cantidad de posibilidades que se nos abrirían.

Con el acorralamiento visual presente, Asia queda tan lejos que ni quién piense en ella, para América el mundo se acaba al poniente, según los mapas dominantes, y se prolonga hasta muy lejos por el oriente, vía Europa; después sólo se extienden distancias insondables, como quien dice seguimos en la Edad Media, cuando se pensaba que más allá del océano sólo existía un abismo impresionante poblado de monstruos marinos.

Resulta muy revelador que, con la independencia de los pueblos latinoamericanos, ocurrida hace ya casi doscientos años, se hubiese reducido, acortado y aplanado nuestra visión del mundo, anclándola solamente a dos polos, Estados Unidos y Europa, y cada vez más a Estados Unidos sin Europa. Si una virtud tuvo el imperio español fue demostrar e inaugurar una precoz mentalidad global que no se movía hacia el norte, sino que circundaba la tierra de poniente a oriente, de oriente a poniente, y de norte a sur, en una época en que las distancias se medían todavía en kilómetros, y sin que eso importara o limitara las posibilidades.

En efecto, el primer gran comercio global lo inauguró España, poniendo en comunicación a los cuatro continentes entonces conocidos; la Nao de China y el Galeón de Manila fueron una prolongación marítima de la antigua ruta de la seda, que funcionaba en ambos sentidos favoreciendo el intercambio de todo tipo de productos, y dejando riqueza en todas partes, habría que recordar la ingente cantidad de plata mexicana que China compraba en los siglos XVII y XVIII, y cómo ese comercio dejó las espléndidas ciudades de Taxco y Zacatecas, por citar algunas, así como una infraestructura minera muy importante que posteriormente fue arruinada por las luchas partidistas que vivió México a lo largo del siglo XIX.

Por lo mismo llama mucho la atención que en el momento presente solamente 80 empresarios mexicanos hayan participando en línea en el Congreso de Comercio Global recientemente desarrollado en China.

Este seguir enfocados sólo al norte y dar la espalda al resto del mundo habla con elocuencia de nuestra miopía histórica, pero desde luego demuestra que la educación, la cultura y el manejo ideológico de la geografía tal y como la aprendemos, tiene su costo.

armando.gon@univa.mx
 

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