Camarena, como las truchas
Se dice que las truchas se caracterizan por la capacidad de nadar río arriba, contra la corriente. Otro tanto podría decirse de Javier Camarena: en un medio, el del espectáculo, que con frecuencia sacrifica los valores del arte -talento, calidad, disciplina, esfuerzo…- en aras de la comercialización y la chabacanería, el tenor veracruzano, nadando contra la corriente, porta actualmente la estafeta en una carrera de relevos orientada no a dar respiración artificial sino a revitalizar el gusto de los públicos modernos por la ópera.
Lo antecedieron, entre sus aún contemporáneos, Francisco Araiza, Fernando de la Mora, Ramón Vargas y Rolando Villazón. Todos ellos llegaron a las Grandes Ligas del bel canto. Camarena, el más joven de todos (43 años), unió la celebración de sus primeros 15 años de carrera (debutó el 21 de noviembre de 2004 en el Palacio de Bellas Artes con La Hija del Regimiento, ahora su buque insignia) con los dos de la inauguración del Conjunto de Artes Escénicas, para ofrecer un recital, con sala casi llena, acompañado de la soprano -también mexicana- Karen Gardeazábal y la Orquesta Filarmónica de Jalisco (OFJ), dirigida por Iván López Reynoso.
La primera parte del programa inició con el aria Nel furor delle tempeste de El Pirata, de Bellini, y el dúo Caro Elisir, de L’Elisir d’amore, de Donizetti, tan desconocidas -para muchos- que desataron salvas de aplausos inoportunas, además del aria Quel guardo il cavaliere, a cargo de la soprano, y finalizó con tres “caballos” de La Boheme, de Puccini: Che gélida manina, Mi chiamano Mimi y el dúo O soave fanciulla.
En la segunda parte, Karen interpretó Las carceleras, de Las Hijas de Zebedeo; Camarena cantó la romanza No puede ser, de La Tabernera del Puerto, y cerró la velada con tres canciones (Contigo a la Distancia, Tres Palabras y Granada) acompañado por la orquesta, y dos más (Siboney y La Malagueña) con el pianista Ángel Rodríguez.
Todo de lujo; todo irreprochable: como corresponde a los aniversarios que se celebraban. Los únicos borrones en la plana serían los excesos en los metales -imputables a la batuta de López Reynoso- en el Danzón No 2, de Márquez, incluido como entreacto. El resto -las Oberturas de Guillermo Tell y La Fuerza del Destino, y el Intermedio de Las Bodas de Luis Alonso- logró, con creces, la nota aprobatoria.