Botín Político de Emergencia
El gobernador Enrique Alfaro revivió el debate sobre el relajamiento de las medidas sanitarias y la activación del Botón de Emergencia. La advertencia de “dar pasos hacia atrás” con un nuevo parón de la economía trajo otra vez la pandemia al centro del debate público. Por donde se vea es algo positivo pues la crisis sanitaria no ha terminado. En la medición del domingo 4 de octubre alcanzamos 360 casos por millón de habitantes cuando el límite es 400. Esto encendió las alertas. Sin embargo, este domingo el mandatario estatal anunció que libramos la activación del Botón de Emergencia pues la tasa de contagios bajó a 348 casos, lo cual aún nos mantiene “en el límite”.
Bajó la incidencia de casos en Jalisco esta semana, pero es difícilmente atribuible al último llamado al orden por parte de la autoridad. El virus, una vez que se transmite, tarda en promedio 14 días en manifestarse. Las propias autoridades sanitarias han expresado, por ejemplo, que el mal comportamiento de los festejos del Día de la Madre se reflejaron dos semanas después con un alza de contagios. Significa que cualquier respuesta de la población al llamado a la responsabilidad del Gobierno de Jalisco el pasado 4 de octubre debería reflejarse en los indicadores hasta el próximo domingo (18 de octubre).
Entonces, ¿por qué bajaron los indicadores este domingo pasado de 360 a 348 contagios por millón de habitantes? Sobre todo cuando llevamos varias semanas con más del 90% de la economía activada. Epidemiólogos como Carlos Alonso Reynoso de la Universidad de Guadalajara han criticado los criterios estatales para medir la incidencia de casos de COVID-19 de manera semanal y no cada 14 días, tiempo que, según el consenso médico, tarda el virus en manifestarse una vez que se adquiere.
A la luz de estos indicadores, el comportamiento de la población fue irresponsable a mediados de septiembre, pero lo fue menos en la primera semana de octubre, antes del amago del gobernador. No obstante, la medición de la tasa de contagios en este punto es por lo menos conflictiva. Dos cosas impiden llegar a una conclusión: la falta de conocimiento técnico y especializado de la población en general, y la falta de transparencia, en ambos casos Federal y estatal, para conocer los criterios para construir sus indicadores de contagios.
Luego entonces, o existe una variable en la medición epidemiológica que no conocemos y una combinación de factores que no alcanzamos a comprender, o hay una variable más: la política.
La gestión de la pandemia en el Estado ha ampliado los márgenes de aceptación de los gobiernos locales. Sobre todo cuando tuvieron respuestas oportunas en momentos en que el Gobierno Federal trastabilló o fue ambiguo. Enrique Alfaro es un ejemplo. Según la medición mensual de Consulta Mitofsky, el mandatario estatal tenía un 28.6% de aprobación en febrero de este año en un leve pero sostenido descenso, mes a mes, desde agosto del año pasado.
A partir de marzo de este año mejoraron sus índices de aceptación que se dispararon hasta alcanzar su pico en junio de este año con 54% de aprobación. Sin embargo, nuevamente comenzó un descenso en julio (53.5), agosto (51.8%) y septiembre (49.4%). Justo en ese periodo de impasse en donde la pandemia dejó de ser el centro gravitacional de la agenda pública y del discurso oficial.
Regresar la agenda sanitaria a la discusión pública es una prioridad pues la pandemia no ha terminado. En ese aspecto debe reconocerse la decisión del gobierno para evitar que normalicemos las muertes por COVID-19 que a la fecha suman 3 mil 550 defunciones en Jalisco. Sin embargo, el ingrediente político en la toma de decisiones y manejo de la crisis se asoma como un riesgo que podría convertir el Botón de Emergencia en un Botín (político) de Emergencia.